El gran Alfred Hitchcock, en su
etapa como cineasta en la época muda de este arte, realizó cerca de una decena
de filmes, cuando aún se encontraba buscando su estilo característico como el
inmortal maestro del suspense, definiendo sus principales nortes artísticos.
Era ya el mítico año en que la mayor revolución llegó al cine, el sonido había
arribado para quedarse, para reconfigurar completamente el panorama
cinematográfico, y el gran Hitch por ende materializaba sus últimos ejercicios
silentes. Con esta cinta inicia el británico su vínculo con la productora British
International Pictures, y luego de dirigir Declive
(1927), adapta nuevamente una obra literaria, la pieza teatral de Eden Phillpotts,
para presentarnos una historia sencilla, hilarante, en la que un hombre maduro,
al quedar viudo, al morir su esposa, decide volver a encontrar pareja, inicia
la búsqueda de la fémina, elabora una lista de posibles prospectos, y, ayudado
por su ama de llaves, se lanza a cortejarlas, obteniendo sendos rechazos. Pero
cuando parece que su objetivo no será cumplido, impensadamente encuentra lo que
buscaba en quien menos imaginó. Inusual ejercicio en la filmografía del
prodigioso Hitchcock, una comedia agradable, que por supuesto no se acerca a
los mayores filmes de este notable director, ciertamente es una rareza, pero
siendo un filme mudo de Hitchcock, ya tiene un gran atractivo para ser
visionada.
En una residencia campestre,
vemos al granjero Samuel Sweetland (Jameson Thomas), que atraviesa un difícil
momento, su esposa acaba de fenecer. Él vive con su ama de llaves, Araminta
Dench (Lillian Hall-Davis) y su mayordomo Churdles Ash (Gordon Harker); todos
asisten poco después al casamiento de la hija de Sweetland, tras lo cual, el
granjero, asistido por su leal “Minta”, elabora una lista con cuatro posibles
candidatas a convertirse en su nueva esposa. Inicia entonces el cortejo de cada
una de ellas, comenzando con la viuda Louisa Windeatt (Louie Pounds), a quien
hace saber sus intenciones, obteniendo negativa de la viuda. Continúa entonces
con Thirza Tapper (Maud Gill), quien aunque al comienzo parece tener distinta
actitud ante su propuesta, finalmente también lo rechaza, creciendo la
frustración en Sweetland. En una amena y concurrida reunión, realiza su tercer
intento, la elegida es Mary Hearn (Olga Slade), una mujer cuya respuesta no
solo es negativa, sino que hasta se ríe del granjero, que responde con algunos
insultos, generando en ella un ataque histérico. El pueblo entero ya se ha
enterado de la búsqueda del viudo, que al cortejar a la cuarta, Mercy Bassett (Ruth
Maitland), nuevamente obtendrá un rechazo. Finalmente encontrará a una mujer
que lo quiere genuinamente, y cuando dos de las cortejadas regresen, se sorprenden
al encontrar al granjero felizmente emparejado.
La imagen inicial de la cinta nos
presenta un resumen visual del entorno donde todo sucederá, vemos fauna
campestre, patos, canes, ganado, todo rodeando el domicilio, la granja de
Samuel; veremos agradables imágenes de animales, y posteriormente decenas de
canes cazadores, el campo, exteriores, una cinta que hasta con esos elementos
va declarándose atípica película de su autor. Al parecer hay en circulación más
de una versión, más de un corte de este filme, y el filme visionado en el que
se basa la presente crítica, es un corte de 97 minutos, inferior en casi veinte
minutos a otra versión que tengo entendido existe. Y quizás sea por ese
material faltante, que se siente cierto frenetismo en las secuencias iniciales,
en el que prontamente en unos cuantos minutos se muestra la granja, el
fallecimiento de la esposa del granjero, y asimismo el matrimonio de la hija de
éste, es posible que en la versión de mayor metraje no se sienta esa cierta
prisa de los primeros minutos. Ciertamente es atípico el trabajo en Hitch, es una
comedia, algo bastante más benigno a lo que usualmente hace el maestro, muy alejado
del suspenso que lo haría leyenda del cine; ahora bien, cierto también es que
la comedia, la carga cómica es algo que casi nunca estuvo ausente en los filmes
del británico, siempre encontramos hilaridad dosificada durante las cintas del
cineasta, y en este caso se encuentra diseminada en parte con las ocurrencias y
ciertas torpezas del ama de llaves de una de las cortejadas. Sin embargo, al
ser ésta completamente una comedia, se advierte que es éste un campo ajeno a
las mayores proezas del director, sin que sea un flojo ejercicio fílmico;
simplemente presenciamos un estadío en que el creador aún estaba
encontrándose a sí mismo, y si bien dio un paso importante en ese sentido con El enemigo de las rubias (1927),
descubriendo el suspenso como baza principal de su cine, se evidencia que el
entonces novel Hitchcock continuaba en el proceso de definir su estilo, como en
buena medida fue toda su etapa en el
cine mudo.
Pero, a diferencia de casi todas
sus cintas mudas, en esta oportunidad llama la atención la cantidad de diálogos
que se incluyen en este ejercicio, bastante más abundantes que en sus filmes mudos
más logrados, como las dos ya citadas El
enemigo de las rubias y Declive
de ese mismo año, cintas en las que justamente la ausencia de diálogos hacía
que la carga dramática en los actores y en el lenguaje audiovisual no verbal
sea mucho mayor. La cinta es simplemente el proceso de búsqueda de esposa del
granjero, como lo indica el título, y para la misión es positiva y apreciable
la interpretación de Jameson Thomas¸ el protagonista, con sus gestos, ojos muy
abiertos, ademanes y registros, presentando los momentos más jocosos,
sobrellevando los rechazos, con los que se vuelve casi una labor maliciosa
apreciar cómo corteja el individuo a las mujeres, obteniendo sendas negativas.
Finalmente, y como se aprecia en muchas historias, la persona que inicialmente
es asistente, que ayuda al interesado a conseguir pareja, termina siendo todo
lo que éste buscaba, siempre tuvo frente a sus narices, en su casa, todo lo que
pensó encontrar afuera. En cuanto a su
lenguaje cinematográfico, la inicial narrativa lineal de la cámara se rompe al
fin cuando el cineasta interesantemente esgrima sus conocidos recursos
narrativos visuales, y cuando el buen granjero decida iniciar la búsqueda de su
nueva compañera, apreciaremos esos recursos. Ahí es que por vez primera en el
filme aparecen las superposiciones de planos, también primeros planos, todo
ordenado en el montaje para configurar el momento en que elabora la lista de
candidatas, imaginando a cada una de ella en su casa. Asimismo, cuando lo
veamos acicalándose para iniciar los cortejos, aparece otra vez ese trabajo de
montaje concatenando planos detallados, primeros planos, imágenes de la leal
Minta ayudándolo a arreglarse, nuevamente muestra su elocuencia narrativa en
imágenes. Agradable y conocido lineamiento suyo, la narración visual es algo en
lo que Hitch siempre descolló, sus filmes mudos siempre fueron muy visuales, y
si bien en la cinta esto se aprecia solo tibiamente, se corrobora que es un
aspecto que acompañó al cine del británico desde sus comienzos.
Una de las partes más cómicas de
la cinta llega sin duda con la tercera mujer, Mary Hearn, que se ríe de Sweetland
y su petición, lo enfurece, él la insulta, y ella alcanza un paroxismo de
histeria que se aprecia por vez primera en ese momento. Luego al final de la cinta
volveremos a verla, cuando al cambiar de opinión, y desee desposarse con
Samuel, se de con la sorpresa de que ya
es tarde, y nuevamente la vemos agitando los brazos y gritando histéricamente, sin
duda uno de los momentos más cómicos, en la que se siente una buena comedia,
pero no extraordinaria. No es una cinta brillante, pero consigue su cometido,
divertir y entretener, la poco más de hora y media de metraje de la versión que
pude ver se pasa rápido, pero como se dijo, siendo amena la película, se siente que no es el campo en el que el cineasta sabría brillar con tanto fulgor hasta
alcanzar las más altas cimas del cine. Sin sus nortes principales, sin el
suspenso, sin las muertes, misterios e intrigas, sin el falso culpable,
ciertamente la cinta es una rareza dentro de la extensa filmografía del gigante
británico. Asimismo, la versión a la que tuve acceso tiene un muy curioso
acompañamiento musical, de renombrados e ilustres compositores, de la talla de Mendelssohn
o Dvorak, entre otros, un acompañamiento musical de primer nivel, pero
ciertamente que se siente un poco -o bastante- extraño para ambientar una
comedia de este tipo, muy probablemente una selección auditiva que no fue elegida
por Hitch. Como no podía ser de otra forma, un feliz desenlace le aguardará al
granjero, la fiel Minta finalmente es la respuesta a su búsqueda, virtuosa,
discreta y hermosa, tras la ardua y casi humillante travesía, la bella Lillian
Hall-Davis, una muy relevante actriz muda, discretamente se lleva parte del
protagonismo de la cinta. Habiendo trabajado ya con Hitch, en El Ring, también de 1927, la hermosa
actriz, que por cierto el propio Hitchcock declaró como su actriz predilecta,
no pudo dar el salto al cine sonoro, y encontraría un tristemente célebre y
trágico final suicidándose en 1933. Era ya el año en que con El cantante de Jazz, el sonido llegaría
al cine a cambiarlo todo para siempre, todos los cineastas y actores emprendían
nuevos rumbos en sus carreras, y aquí tenemos a Hitch, empezando a encontrar su
estilo definitivo, tenemos en esta cinta un muy particular ejercicio fílmico
suyo, que sin ser una obra maestra, a los fanáticos del británico seducirá sin
dudarlo.
ME LA ACABO DE COMPRAR NUEVA POR 1 MISERO € PERO CON LA ILUSION DE QUE ME VA A GUSTAR...
ResponderEliminarGRACIAS POR EL EXCELENTE ARTICULO.