Película centenaria, filme que ha
cumplido diez décadas, un siglo de edad, nacida cuando el cine comenzaba a formarse
como arte, cuando el sonido aún no era una realidad en las artes audiovisuales.
Para esa época, y como siempre, Italia era una nación que mucho tenía que ver
en cuanto a producción artística a nivel
mundial, y mientras Hollywood comenzaba con su sistema de producción fílmica
en masa, Alemania producía sus mejores ejercicios expresionistas, las
tierras itálicas generaron lo que se conoce como realismo italiano. Y Giulio
Antamoro fue uno de los cineastas referenciales en esa época del cine italiano
y mundial, donde se producían obras épicas, de grandes épocas históricas, así
como lo que se puede llamar subgénero religioso, dentro de la que se encuadra
el presente filme. Como el título de la cinta indica, retrata el cineasta la
historia del hijo de Dios, Jesucristo, con todas sus humanas vivencias, su nacimiento,
su crecimiento, su vida, pasión y muerte, y por supuesto su resurrección. El
filme será pues un rápido recorrido por las más representativas historias
cristianas, y también un muy interesante ejercicio de adaptación de figuras
inmortales de la pintura, e incluso de la escultura al cine. Una de las primeras
películas en introducir a Jesucristo como un personaje de la historia, además
de un filme que iniciaría la larguísima tradición de filmes dedicados a
retratar la historia de Jesús.
Tras ver al ángel que se le
aparece a la Virgen María (Leda Gys) anunciándole sus divinas futuras atribuciones,
vemos al emperador romano César Augusto, que tiene recuerdos de muerte
atormentándolo, busca erradicar a los judíos. Vemos en un establo un fuerte
resplandor, ha nacido el hijo de Dios, hay regocijo, y los reyes magos comienzan
sus travesías por los desiertos para encontrar y rendirle pleitesía al recién
nacido. El rey Herodes, muy inquieto con los rumores que se esparcen, ordena la
matanza de todos los primogénitos de la estirpe de David, mientras Poncio
Pilatos (Amleto Novelli) también comienza a prestarle atención al tema. Comienzan
María y José entonces la huida por Egipto, se ha iniciado la búsqueda de los
primogénitos, pero la sagrada familia consigue escapar. Cristo ha crecido ya (Alberto
Pasquali), es bautizado por San Juan, conoce a María Magdalena (Amalia Cattaneo),
realiza el milagro de caminar sobre el agua, resucita a Lázaro, entre otros
prodigios. Pero Jesús es traicionado, es negado tres veces por Pedro antes de
que cante el gallo, en la última cena, se descubre al traidor Judas Iscariote (Augusto
Mastripietri), que lo entrega a los romanos. Cristo es capturado en vez de
Barrabás, es crucificado, hay llanto y sufrimiento, pero termina resucitando al
tercer día, asciende a los cielos poniendo fin a la incredulidad de Santo Tomás.
El carácter de la cinta queda
prontamente plasmado y retratado cuando el primer fotograma que apreciamos sea
el de la mismísima Anunciación, una figura central, paradigmática y referencial
dentro del arte pictórico. Incluso vemos a los actores, a la composición del
fotograma, imitando claramente a la composición pictórica tradicional de ese
momento de la historia cristiana, el ángel Gabriel anunciándole a María el porvenir.
Ambicioso modo de aperturar la cinta, de mostrar mucho de lo que es el filme, siendo
la Anunciación una figura cristiana capital, y que los más inmortales y
prodigiosos pintores en su momento compitieron por pintar con mayor donosura. La
fogosa adopción del arte pictórico como base y guía dota a la película de otro halo,
de otra presencia, los fotogramas donde esos guiños son más obvios se
diferencian notablemente del resto, con esa composición solemne, de concepción céntrica,
notándose la perspectiva como orientación de esa concepción de la imagen, el
halo pictórico aproxima a algunos fotogramas incluso a la representación
teatral. El fuerte contenido iconográfico es por supuesto uno de los grandes
rasgos característicos del filme, el cordero, San Juan Bautista y su atributo
en forma de cruz, la paloma del espíritu santo, la última cena. Y claro, las
poderosas representaciones, las potentes adaptaciones pictóricas, comenzando
con la citada Anunciación -versiones
de este ícono cristiano hay muchas, de Botticelli, del propio Miguel Ángel,
entre otros-, La Natividad de
Correggio, El Bautismo de Jesús del
Perugino, La Última Cena de Leonardo,
La Crucifixión de Andrea Mantegna,
respetando siempre la composición original de las pinturas; mención aparte
merecen las adaptaciones de la escultura La
Piedad de Miguel Ángel, y la Transfiguración
de Rafael Sanzio, ambas de notable belleza, además de la evidente y gigantesca
complejidad que implicaba adaptar al cine dos obras de semejante envergadura. Resulta
curioso que todos estos artistas mayúsculos compartan la italiana nacionalidad.
Tal es la fuerza del filme en este aspecto, que inclusive la escasa movilidad o
dinámica de la cámara termina colaborando a ese efecto final, a esa suerte de
acabado poco cinematográfico, que se acerca más a la teórica bidimensional
concepción de la pintura, pero que, finalmente impregna a la cinta de una presencia
muy interesante.
Es muy notable asimismo que el
momento, el contexto temporal de la cinematografía italiana se refleja en la presenta
cinta, en la forma de la superproducción, de los grandes escenarios, las
grandes locaciones, numerosos extras, se nota en efecto el efervescente momento
del realismo italiano, justo en los años previos a la Primera Guerra Mundial,
devastador suceso que transformaría a Italia, y al mundo entero. Ciertamente se
aprecia ese contexto, la forma de plasmar esos eventos históricos, épicos,
religiosos, tan característicos de esa escuela latina de cine, y si además
agregamos que la película se rodó en Egipto, uno puede imaginarse la dimensión
del filme. A ese respecto, algunas de las secuencias que retratan exteriores
son tratadas ejemplarmente, capturando la grandiosidad de los parajes egipcios,
y obviamente muchas de sus más representativas obras, las pirámides, la esfinge,
entre otras. Se observa pues la pericia de los cineastas italianos en este tipo
de rodajes, cuando aparezcan grandes templos, enormes columnas, imponentes y
grandiosas estatuas, y claro, las providenciales pirámides, un trabajo donde se
evidencia la pericia y la especialización, los italianos eran dueños de este llamado
realismo, donde se combina la épica, lo histórico, y además lo religioso. La
cinta es pues una recopilación de la vida de Cristo, sus más representativas e icónicas
vivencias, se respetan las tradicionales creencias e historias de Cristo, y se presentan
ordenadas cronológicamente, su bautismo, su pasión, muerte y final resurrección,
en la que es una de las primeras grandes obras cinematográficas tratando este tema. Pero lo
cierto es que la cinta, en su reducido metraje (87 minutos), presenta una
rápida sucesión de las mismas, las experiencias de Cristo son narradas, concatenadas
unas después de la otra a un ritmo por momentos frenético. Sin embargo, y
aunque suene paradójico pese a la mencionada brevedad del metraje, consigue
Antamoro impregnar a su filme de una serenidad positiva, acorde a la naturaleza
de lo retratado. Esto desemboca en que la clave de la cinta no sea su ritmo
narrativo, ni el montaje, sino más bien la fuerza de sus representaciones, de
sus imágenes que, como hemos visto, muchas veces encierran una gran riqueza y
contenido interdisciplinario artísticamente hablando.
Abordando otros temas de la puesta
en escena, resulta interesante y remarcable recurso el modo en que se representa a
los espectros, los fantasmas de los injustamente asesinados que atormentan a
Herodes, correcto recurso en el que casi hay interacción entre dos planos
separados, el plano terrenal y el surreal u onírico. Es un recurso que
repetidamente se apreciará durante el filme, ciertamente una técnica que parece
haber dominado bastante bien el cineasta, en la que saca provecho de la técnica
de superposición de imágenes, logrando esa apariencia fantasmagórica de algunas figuras.
Asimismo, en determinadas secuencias es capaz el director romano de generar
apreciables claroscuros, potentes contrates de luz y sombra para remarcar la
fuerza de ciertos momentos, como la resurrección de Lázaro, por ejemplo. Respecto
al ámbito de la música en la película, al comienzo se siente imponente y en
abundancia, acompañando los instantes iniciales, impregnando de profunda
religiosidad el filme, para luego disminuir su preponderancia, y pasar a
recuperar esporádicamente su presencia e injerencia en la historia; se nota
particular y sensible cambio en el acompañamiento musical cuando se avecinan
trágicos acontecimientos para el salvador. Las actuaciones del filme son
correctas, y a la mencionada serenidad de la cinta colabora la interpretación
de Alberto Pasquali como figura central, en la que es como se dijo, de las primeras películas con Jesucristo como protagonista y meollo principal de los hechos; su interpretación,
si bien la considero positiva, quizás por momentos peque en exceso de gravedad,
pero pienso que no cae en demasía su exageración, por lo que en líneas
generales, es un aporte que suma para la película. Comenzaban los filmes cristianos, que retratan la vida de Jesús, eran las primeras obras mayores de los cineastas italianos,
era el realismo, el predecesor del neorrealismo italiano, la primera gran
escuela que este país tan rico en producción cultural creó a nivel
cinematográfico. Cine mudo italiano, un cartel bastante atractivo el que tiene
la cinta, en los inicios del cine, Italia ya empezaba a poner piedras
angulares, y tenemos en la presente película un buen ejemplar de esto, donde Giulio
Antamoro, quizás no considerado entre los mayores cineastas de su país, nos da
buena muestra del primer cine que se realizaba en la bella Italia.
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