Buñuel, al iniciarse la década de
los 60 se iba acercando cada vez más a su retorno a tierras europeas, el
estadío mexicano del director va llegando a su fin, los llamados filmes
alimenticios se van acabando, los atípicos ejercicios fílmicos dejarán de
sucederse, el genio de Calanda estaba a punto de explotar en toda su dimensión.
En esta apreciable cinta, Buñuel vuelve a trabajar con actores de habla
inglesa, y es que se volvió a asociar con el guionista Hugo Butler y el
productor George Pepper, con quienes ya había materializado Robinson Crusoe (1954), y, como tantas
otras veces, adapta el director una obra literaria, un cuento corto de Peter
Matthiessen, "Travellin' Man",
El Viajero. Es la historia de
un hombre negro, que escapa de una acusación de violación a una mujer blanca,
se refugia en una isla, donde conocerá a un hombre blanco, que cuida de una
jovencita, a quien desea y ultraja; los tres vivirán singular e impensada
situación, enfrentándose a problemas como el racismo, pero pudiendo al fin
coexistir, mientras llegan otras personas a la isla. Muy interesante trabajo de
Buñuel, el propio cineasta hablaba de lo mucho que este filme portaba sus temas
principales, pero añadiéndosele ahora algunos temas muy novedosos, acorde a la
industria de los individuos involucrados en la materialización de esta singular
película del gran maestro ibérico.
La acción comienza con un bote,
un hombre negro llega a una isla, escapa una persecución en su contra; en la
isla vive Miller (Zachary Scott), con la adolescente Evalyn (Key Meersman). En
su cabaña, muere el tercer habitante, tutor de ella, reciben la visita de Jackson
(Crahan Denton), y mientras entierran al muerto, en los alrededores está el
prófugo, Traver (Bernie Hamilton), observando. Traver, en un momento, se acerca
y conoce a Evalyn, que lo lleva a la cabaña, da alimento y hasta un arma; él le
da algo de dinero. Intenta irse Traver, pero su bote se agravia, a la mañana
siguiente, Evalyn confiesa a Miller lo sucedido, éste encuentra al prófugo,
intenta liquidarlo, sin éxito. Traver, con escopetas, se hace con el mando de
la situación, los tres terminan viviendo juntos por un momento de manera
razonable, pero siempre con Miller manteniéndose despectivo y alerta con el
visitante; en un momento, desvirga a Evalyn. Jackson regresa, ahora con el
reverendo Fleetwood (Claudio Brook), y una vez todos enterados de que se busca
a un negro por presunta violación, hay mucha tensión; solo el reverendo cree en
la inocencia de Traver, pero el grupo desea hacer lo que consideran justo,
castigarlo. Miller reconoce que ultrajó a Evalyn, ella ayuda a escapar al
negro, y finalmente, pese a un ataque de Jackson, todos se van, quedándose solamente
Miller en la isla.
En el proemio del filme la
tradicional economía narrativa de Buñuel no tarda en manifestarse, cuando de
inmediato veamos al prófugo hombre negro, e igual de rápido veremos el
flashback de su cabeza en el que se va sabiendo que él escapa, no hay duda,
huye de algo, no sabemos a ciencia cierta de qué, o porqué, pero escapa y llega
a esa isla. Asimismo, la presentación de Evalyn es elocuente, sus primeras
imágenes la muestran desarreglada, despeinada, rostro cubierto, casi nada
llamativo; pero la siguiente imagen ya será de ella con el rostro descubierto,
ya arreglada, la cámara se acerca para aterrizar casi en un primer plano de su
terso y joven rostro, que denota lo que es, una jovencita que se está haciendo
ya mujer. Pronto su carnalidad invade la pantalla, con su contorneada y desnuda
pierna que nos da un poderoso recordatorio de que es el maestro Buñuel quien
está detrás de todo, el maestro y su perenne debilidad por el erotismo
femenino. Buñuel se solaza, como tantas
veces, la sexualidad fluye a través de la joven fémina, vemos su parcial
desnudez en la ducha, plenamente identificable detalle del incorregible genio
español. Es una niña mujer, mentalmente aún una niña, pero sexualmente ya madura,
ella es el motor y meollo del filme, despertando la lujuria, al punto que el blanco
la viola, reforzando el carácter del filme, en el que no hay ni buenos ni malos
absolutos. El negro, injustamente acusado de violación, es despreciado por el
blanco, que irónicamente es quien ha terminado por cometer ese ultraje. Y es
vital la manera en que presenta a los
personajes, es notable, con Miller, tras unas actitudes bruscas con Evalyn,
toca la guitarra en una secuencia serena y sin palabras; curiosamente, tenemos a
Traver, que a su vez toca el clarinete, singular paralelo entre los personajes.
Ambos son músicos, ambos estuvieron en el ejército, curiosas similitudes con las
que se plasma lo que director asevera con razón, el filme no aterriza en un
puro maniqueísmo, sus personajes no terminan de estar completamente “alineados”,
no son ni completamente buenos, ni completamente malos, ni blancos buenos ni
negros malos, ni viceversa.
Ciertamente no son antagonistas
absolutos, en el final Miller ayuda a un renqueante Traver a irse en el bote, inclusive
no es Miller, sino Jackson quien intenta matar al disminuido negro herido. No
parcializamos, es una variedad del característico personaje buñueliano,
debatiéndose entre dos bandos o pensamientos, y en esta caso sin terminar de
ser seres ni completamente despreciables o condenables, ni completamente
buenos. Buñuel pensaba que esa falta de maniqueísmo, esa relativa ambivalencia,
fue una de las razones para el pobre resultado de la cinta tras su estreno,
quizás los espectadores se hayan sentido confundidos al no tener una figura en
la historia con la que parcializarse o identificarse plenamente. Sin embargo, como
el mismo cineasta dijera, la cinta tiene mucho de él, y es cierto, pues tras
realizar La fiebre sube a El Pao (1959),
uno de los filmes menos reconocibles del director, vuelve ahora con fuerza a
plasmar sus viejas e infaltables directrices fílmicas. Nos deleitará otra vez
con sus figuras, sus obsesiones, sus tópicos, pero contando ahora con una
novedad, es completamente novedosa la inclusión del tema del racismo -se trata
de un tema completamente inédito para el director-, casi inevitable en el
Hollywood de esos años, de donde provenían guionista y productor, Hugo Butler y
George Pepper, ambos escapando de aquella industria, incluso usando nombres
modificados para eludir la persecución que en aquellos años se estaba dando en
tierras yanquis en el ámbito cinematográfico. Es así que se configura la singular
mixtura que es la cinta, pues no es, para nada, un filme alimenticio, como tan
comúnmente se les llama los trabajos mexicanos de Buñuel, se sienten muchos de
los nortes infaltables del director, pero con la gran novedad del tema racista,
el cual por cierto Buñuel no se plantear resolver, pues no juzga ni pretende
que juzguemos a los protagonistas. De esta manera luce nuevamente el cineasta su
bestiario, la tarántula, que regresa desde Susana
(1951), las abejas, (el entomólogo que lleva Buñuel dentro se asoma), un
conejo; el elemento animal, tan ligado al cine buñueliano a lo largo de sus
obras, vuelve a fluir con vigor. Por supuesto, el elemento animal por
excelencia de Buñuel, la gallina, aparecerá tras cierto periodo de ausencia, un
grupo de gallinas se muestra, añadiéndose a la colección ahora un mapache, que
ultima a una de las aves.
Otro detalle buñueliano también
fluirá, los pies, los pies del cadáver del tercer habitante de la cabaña, algo
similar a lo que vimos en Nazarín (1959),
breves pero patentes detalles, que para el conocedor de la obra del director
son indicadores reconocibles del autor. Se solaza asimismo en los pies de ella,
más de una vez; sí, rebosan sus detalles, obsesiones, pies, bestiario, sexualidad,
hasta algo de religión. El reverendo bautiza a Evalyn, en un ritual que termina
siendo burlesco, vuelve también la particular lupa de Buñuel para retratar la
religión. Un agradable elemento narrativo del realizador viene a ser su cámara,
y su desenvolvimiento, con soltura muy disfrutable recorre los exteriores donde
todo sucede, pero también interiores en otras ocasiones. La cámara se mueve con
precisión, asimismo con soltura, con movilidad y sobriedad de una cámara que
casi no se queda quieta durante el metraje, dotando de dinamismo y correcto
seguimiento de las acciones a la narración visual. Es muy apreciable de ver,
con sus sutiles pero determinados movimientos recorre los bien constituidos
encuadres, generando limpias imágenes del páramo, de los áridos exteriores de
la isla mexicana, en los que las plantas, ramas, árboles, terminan por
constituir un hermoso marco natural para las secuencias visualmente mejor
logradas. El trabajo de fotografía asimismo es notable, con las limpias y
contrastantes imágenes plasmadas, donde las luces y sombras se juntan concretar
atractivos y potentes fotogramas. Empieza a prefigurarse algo que veríamos
después ya más pulido en su cine, la jovencita que se hace mujer y despierta
libídine masculina, como veríamos en la inmediatamente posterior Viridiana (1961). Buñuel sabe que se va
acercando el momento del cambio, su etapa mexicana llega al ocaso, y a estas
alturas de su vida, va ya terminando de apuntalar las directrices principales
que serán la forma definitiva de su cine, Buñuel va recuperando sensaciones, en
su segundo trabajo en habla inglesa. En el filme se genera un peculiar micro
universo, que es buñueliano, pues en el texto original únicamente son dos
personajes, el negro prófugo y un cazador casi no identificado que lo rastrea;
aquí, agregamos por supuesto a la carnal Evalyn, a Jackson y al reverendo,
representando la religión, otro tema ineludible para el director. Cierta controversia
debió de despertar la cinta al plantearse, aunque sea con tibieza, la simpatía,
o atracción que siente la niña, la blanca, hacia el hombre de color, una actriz
que por cierto no era profesional, y que alguna dificultad le generó al
director en el rodaje. Estamos ante una cinta muy apreciable, con la que el cineasta se reencuentra
con tópicos que se habían quedado un poco de lado en sus entonces más recientes películas,
vuelve a sentirse un filme muy buñueliano, que no alcanza la maestría de sus más
elevadas cumbres cinematográficas -ya no muy lejanas a producirse-, pero es una
cinta con la que el conocedor y apreciador del cine del español disfritará.
Excelente sitio, grandes escritores, directores, protagonistas y artistas, excelentes películas y mi Luis Buñuel gran cineasta de todos los tiempos.,
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