domingo, 19 de junio de 2016

Tess en el país de las tempestades (1922) - John S. Robertson

John S. Robertson fue un actor y director que gozó de buena reputación en las primeras décadas del siglo XX del milenio pasado, cuando por entonces el cine mudo era todo lo que se conocía en el arte cinematográfico. El cineasta de origen canadiense rodó una buena cantidad de ejercicios fílmicos, trabajó durante la transición del cine mudo al cine sonoro, y dirigió a algunas luminarias artísticas de entonces. Es el caso del presente filme, en el que adapta la creación literaria de  Grace Miller White, y para la que cuenta en su reparto actoral como primera baza a la mítica Mary Pickford, que formó parte de los fundadores de la United Artists. La historia retratada nos presenta las vivencias de una acomodada familia en territorio norteamericano, cuyo patriarca construye su casa en la cima de una gran montaña, y que vive renegando por los ocupantes ilegales que se han asentado a las faldas de la misma, procurando constantemente deshacerse de esa gente para él indeseable. Las cosas se complicarán cuando una de las ocupantes, hermosa y apasionada jovencita, se involucre sentimentalmente con su hijo mayor, e incluso cuide del primogénito de la hermana de éste, nieto suyo. La cinta es una buena muestra del cine que entonces se hacía en suelo norteamericano, un cine decente y sobrio, además de contar en su elenco con la gran estrella femenina de entonces, la imprescindible Mary Pickford.

                  


Al iniciar la película, tras unos versos bíblicos sobre respetar a los vecinos, vemos a Elias Graves (David Torrence), almorzando junto a sus hijos Frederick (Lloyd Hughes), y Teola (Gloria Hope), además del joven Daniel 'Dan' Jordan (Robert Russell), pretendiente de ella. Elias vive molesto por los ocupantes ilegales que viven a los pies de la colina donde reside su familia; Dan, por complacerlo, intenta deshacerse de ellos, junto a Frederick, y conocen a Tessibel 'Tess' Skinner (Pickford), pequeña y recia jovencita, que los expulsa de “sus” tierras. Elias, dueño del terreno, exige se incauten todas las redes de pescar, y así expulse de hambre a los invasores; mientras se realiza aquello, Teola presiona a Dan para que se casen. Cuando Dan da aprobación para la boda, es asesinado por Ben Letts (Jean Hersholt), invasor que le dispara e inculpa a Orn Skinner (Forrest Robinson), padre de Tess. En el pueblo la noticia se esparce, el señor Skinner es encarcelado, llevado a juicio sin que haya mucha esperanza de que salga libre, Tess sufre, mientras Frederick, que la ha conocido, se siente atraído hacia ella. La atracción es correspondida, y él le promete buscarla al acabar sus estudios. Letts, ante la ausencia del padre, intenta casarse con Tess, e incluso violarla, pero es detenido, mientras Teola, muy afectada, da a luz al hijo de Dan. Tess deberá cuidar al pobre bebé, y esconder sus sentimientos por Frederick, pero con un final feliz.








Para iniciar la cinta vemos una dedicatoria personal de la mismísima Mary Pickford, en la que, entre otras cosas, nos informa a nosotros, su público, que Tess fue su personaje interpretado predilecto de entre todos los que le tocó encarnar, y al finalizar la cinta no es difícil imaginar el porqué. El personaje central de la cinta es de inmediato delineado, cuando apreciemos apenas una pizca de su personalidad, elocuentemente nos es presentada cuando la veamos trenzarse a golpes con el pobre Dan, llevarlo al suelo y llenarlo de golpes y puntapiés. Imposible no sorprenderse al ver a una menuda fémina, de endeble aspecto, golpeando a un hombre que le lleva mucha estatura (divertido será apreciar cómo el noble cánido que la salvó de un ultraje seguro, enorme gran danés, al pararse en dos patas la rebase en tamaño), actitud que repetirá muchas veces durante la cinta; pero queda retratado que en su primera acción que veamos, no vacile y casi disfrute de actividad física tan singular, sobre todo para una chica de sus características, pues no es Dan el único que prueba su fogosidad en esa primera secuencia. Así es que vemos a la gran Mary Pickford en su interpretación, en la cual hasta su modo de caminar modifica, para generar el personaje de la fogosa y rústica Tess, jovencita de nulos modales y delicadeza, de quiméricos hábitos de higiene, pero de inconmensurable pasión y bondad, características pues ajenas a los normales papeles por la Pickford encarnados; quizás por eso, siendo éste su papel más distinto, haya sido su predilecto al ser también el más desafiante. Interesante resulta apreciar la evolución del personaje, de la temperamental y casi salvaje chica del comienzo, a la noble y desinteresada jovencita que cuida del desgraciado huérfano hijo de Dan. Ciertamente que todo el peso actoral recae sobre ella, en efecto es su filme, era una prueba de carácter, y la Pickford se comportó a la altura de su leyenda; la que fuese fundadora de la United Artists, junto a su esposo Douglas Fairbanks e inmortales titanes como David Wark Griffith y Charly Chaplin, se convierte en protagonista absoluta del filme, su actuación es sólida, concisa, convincente, se entiende con sencillez que sea de lejos la estrella más deslumbrante del firmamento cinematográfico de entonces, la estrella femenina mejor pagada, y la más querida por el público en la etapa silente del cine. Vale mencionar que no era su primera vez asumiendo protagonismo total en una cinta, pues un año antes, en El pequeño Lord Fauntleroy (1921) de Alfred E. Green y su hermano Jack Pickford, asumió una respondabilidad similar. Al llegar el sonido al séptimo arte, ella se adaptó y encarnó papales más adultos, cosa que los espectadores no vieron con tan buenos ojos. Sea como fuere, ella es sin duda uno de los nombres femeninos mayores del cine de aquella década, y aquí tenemos una buena justificación de esta aseveración.








Robertson en su cinta demuestra ser un sobrio narrador audiovisual, considerando obviamente los recursos y disponibilidades de la época, apreciaremos una narrativa visual más bien austera, donde los planos fijos dominan prácticamente el filme completo. La sencillez de su narrativa se manifiesta en la ausencia de travellings, de movimientos o seguimientos, en la ausencia de dinamismo de la cámara, un lenguaje narrativo sencillo, sobrio, no deslumbrante ni espectacular. Queda esto compensado sin embargo por un correcto tratamiento de lo retratado, no ya en el plano visual, sino en el plano del montaje, de la estructuración del relato, y es que la trama, los eventos, se sienten correctamente conectados; el salto de una secuencia, de un momento a otro, y la diferencia de sentimientos en ellos contenidos, se siente fluida, el contraste generado al pasar de un momento a otro (por ejemplo, tras la muerte de Dan, inmediatamente vemos a Teola, alegre y preparando sus invitaciones para una boda que jamás sucederá) le dan mayor fuerza al relato, incremente el interés que despierta la cinta. Empero, si algo lamenta quien escribe que escasee en la cinta, y mucho, son los primeros planos, pues la muy correcta actuación de la Pickford hubiese sido positivamente potenciada y reforzada con un correcto trabajo de primeros planos, inundando la pantalla completa con su hermoso y expresivo rostro; pero de nuevo, los planos fijos medios y generales gobiernan la cinta. Dicho esto, podemos afirmar que en efecto no es la puesta en escena lo que descolle en el filme, las bazas principales son una sólida historia y la todavía más sólida actuación de la protagonista, para entonces ya poseedora de una dilatada filmografía; abundantes cortometrajes y no pocos largometrajes componían la andadura de la mayor celebridad actoral femenina. Como se dijo inicialmente, es un buen ejemplo del cine hollywoodense promedio de entonces, no es una maravilla como cine arte propiamente, pero cumple su objetivo, atrae, entretiene, es un decente entretenimiento, la decadencia cinematográfica hollywoodense aún no comenzaba; y de ese modo, en defensa del cineasta, se puede decir que este era el cine norteamericano típico entonces, escaso derroche de arte verdadero, y sin ser cintas mediocres, son cintas de entretenimiento, muy lejos de los despliegues cinematográficos europeos, rebosantes de arte en algunos casos, en USA más brillaban los intérpretes que los directores. Así se nos presenta la historia, la historia de algunos seres desgraciados, víctimas de las circunstancias, de seres nobles algunos, seres bajos y despreciables otros, como Letts, y en el medio de todos, ella, el compendio de virtudes, devota de Dios, intachable fémina, que encontrará feliz final en brazos de su amado. No podía sorprender que el final de la cinta sea un feliz desenlace, un feliz corolario para todas las penurias y dificultades vividas, correcto colofón para un filme que si bien no se acerca a las grandes obras maestras silentes, es un correcto ejercicio con una de las mayores actrices del viejo cine norteamericano. Como detalle final, vale mencionar que esta cinta es la segunda versión de la historia, la primera fue rodada en 1914, interpretada también por la Pickford. Realeza fílmica.





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