Para inicios de
los años treinta, en territorio inglés, los directores húngaros encontraron
refugio en esas tierras, tal es el caso de Sándor Laszlo Kellner, conocido como
Alexander Korda, al igual que su hermano, Zóltan, ambos fundamentales para que
el revolucionario sonido se asiente en la industria cinematográfica británica.
Siendo la mencionada década asimismo probablemente la mejor en cuanto a
reconocimiento a su producción fílmica,
es el presente filme el que inició esos gloriosos quinquenios, y la primera de
sus dos colaboraciones con el mítico actor inglés, Charles Laughton, que a su
vez sería oscarizado por esta memorable interpretación. Adapta el cineasta la
vida del conspicuo monarca proveniente de la dinastía de los Tudor, y se
ocupará de plasmar su dilatada y variada experiencia en el plano amatorio,
explorando cinco de sus seis uniones maritales, resaltando entre ellas Ana
Bolena, Ana de Cleves, Katherine Howard, todas las uniones teniendo disímiles
resultados, y terminando siempre todas con el rey cada vez solo, con el reino
completo siendo testigo de la vida marital de su rey, siempre presionando para
que haya un nuevo matrimonio y se engendre un heredero. Filme referencial para
el cine británico, primero en ser nominado a Mejor Película en los entonces
valiosos Premios de la Academia, de los más notables trabajos hechos tanto por
el actor y el director.
Años cruciales
eran para el cine británico y para el cine mundial, el sonido había llegado, había
llegado para quedarse, en Estados Unidos comenzaba ya la producción en masa de
filmes sonoros, con algunas contadas excepciones, algunos añejos cineastas que
se negaban a dar por finalizado una época sagrada, el cine silente. En ese
contexto, no pocos fueron los cineastas extranjeros que encontrarían en
Inglaterra el refugio deseado a diversas circunstancias de las que escapaban, y
Alexander Korda, austro-húngaro nacionalizado británico, junto a su hermano Zóltan,
pusieron su colaboración para que, con filmes historicistas, como el presente, la
revolución sonora terminara de instalarse en las islas. En el presente largometraje,
veremos un repaso por las variadas aventuras amorosas del egregio Enrique VIII,
algunas veleidades, otras más significativas, una versión de su vida que dará
preponderancia a esos avatares amatorios, dejando muy relegado un eventual seguimiento
a las evoluciones políticas, que no son del todo abordadas -salvo alguna
mención a negociaciones con Francia, siendo Flandes ofrecida a Enrique-, pues las aventuras amorosas son todo en el filme. En esta recreación de la vida
amorosa del conspicuo Tudor, unas viñetas informativas iniciales nos darán
alcances pertinentes de la historia, mientras la música, no abundante en la película pero presente en el inicio, nos da ya una idea de la tónica juguetona y liviana
que apreciaremos en la cinta. Viene luego el mordaz diálogo de los verdugos,
humor negro mientras los ejecutores debaten sobre las mejores cualidades para
llevar a cabo una ejecución, matar a una mujer, no a cualquier mujer, sino a una
dama distinguida, una reina, Ana Bolena. Como esas, hay muchas otras secuencias
de contenido humorístico, con lo que se asienta una presencia de humor, pues agudas
y algo corrosivas bromas se dispersan por el filme, salpicando de hilaridad el
metraje.
La estrella
rutilante, Laughton, proporciona una condecorada encarnación del rey, irascible,
jocundo, un aire bonachón que impregna todo el filme mismo, con su cambiante humor,
que va variando según la esposa de turno que le acompañe, sus seis distintas
aventuras maritales. El ganador del Oscar Laughton construye así su personaje,
un rey bonachón, orondo, enérgico y gracioso en su regio accionar, con tintes
casi infantiles, el pingüe y regio Tudor caprichoso, libidinoso, pero también
presa de las presiones de su pueblo; es una representación que sin embargo
omite y deja casi en el olvido la característica de la personalidad del real
personaje, el amor por las artes de Enrique VIII, por la literatura -incluso era
escritor-, naturalmente que la célebre pintura de Hans Holbein el Joven fue
referencia para la construcción de la personalidad del personaje
cinematográfico. Dado el enfoque hacia el aspecto humano que tiene el filme, se
ha dejado relegado el aspecto de historia fidedigna, como se señaló líneas arriba,
además por ejemplo se omite el detalle del bizarro final del príncipe, no se
menciona más al hijo engendrado con Jane Seymour, una irónica omisión histórica,
siendo este un filme de tendencia historicista. Se enfoca la cinta,
naturalmente y como ya indica su título, en la vida amorosa del rey, con todo
el reino conociendo de primera mano las infidelidades reales, tanto las que
protagoniza Enrique, como de las que es víctima, un juego libidinoso en el que
la corte del rey también tendrá papel activo. Su vida marital es pues un tema
nacional, casi una farándula diaria, siendo el barbero uno de los canales más
usuales para que se entere del sentir del pueblo, que añora un heredero varón
tanto o más que el propio monarca y su corte. Sin embargo, de nuevo, es Enrique
protagonista pero centrándonos en su humanidad, en su orgullo, en sus
humillaciones, los ludibrios a su virilidad, es un enfoque eminentemente
humano, el ser humano, el hombre que hay tras la corona, tras el rey.
Es innegablemente
un clásico del cine británico, tanto actor como realizador vieron sus reputaciones,
y sus carreras, engrandecerse no poco tras este filme: el mayor reconocimiento de
la industria, el Oscar, le era concedido por su caracterización a Laughton, y
para Korda, era fortalecer su posición como uno de los directores punta de
lanza en el proceso de transición del cine mudo al sonoro en Inglaterra; además, está el hecho de haber sido este filme el primer trabajo británico en ser nominado a Mejor
Película en la edición anual de los por entonces valiosos premios de la
Academia. El sonido estaba apenas llegando al cine, el cine inglés estaba, como
la gran mayoría del mundo, asimilando el magno cambio, la gran novedad, estaban
siendo años cruciales para la consolidación de la revolución sonora en tierras
británicas, y los hermanos Korda ayudaron a una industria a adaptarse al
irreversible cambio, y empezar a sacar provecho de la espléndida magnitud del
recurso. De esta forma, y como es natural, en este filme el acompañamiento
musical es exiguo, era lo lógico, eran los primeros pasos, pero ya comenzaba el
uso del sonido de manera profesional. Es un filme con rigor en su rodaje, una película
suntuosa técnicamente, en la que encontramos simetría en sus planos, además de
una cámara que se desplaza en igualmente rigurosos travellings para recorrer las
sobrias composiciones de sus fotogramas. Es algo austera la ambientación y la
decoración de la época, relativamente frugal, se puede apreciar una relativa
ausencia del boato propio de la realeza, sin embargo es un sobrio ejercicio, una
sobria puesta en escena, no fulgura artísticamente, no desborda arte, pero es
un muy serio ejercicio cinematográfico en años de los albores del cine sonoro
en Inglaterra. El enfoque en cierta clave cómica aliviana el visionado del
filme, se mantiene una directriz de documentar incidencias históricas, sin
que por esos toques de hilaridad se aterrice completamente en una comedia. En
el final se observa un recurso, una licencia narrativa por parte del cineasta, muy
acorde y coherente con la tonalidad general del filme, pero para la época con
cierta frescura e irreverencia mayores a la actual; Laughton, Enrique, nos
habla directamente, habla directo a la cámara, al espectador, dirige un comentario irónico, recurso pues acorde a la facecia de muchos pasajes de la película. Memorable y condecorado filme,
referencial dentro del cine inglés, comenzaba ya a asentarse una nueva era cinematográfica en las islas.
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