Otro de los iniciales
ejercicios fílmicos sonoros del gigantesco cineasta británico Alfred Hitchcock,
el inmortal maestro del suspenso, que por aquellos años, empezando la tercera
década del siglo pasado, se encontraba naturalmente aún delineando su
definitivo estilo cinematográfico. Cinta enormemente coherente con las demás
obras que conforman la producción fílmica del director, en la que se extrañan
casi todos los principales vértices artísticos del cineasta, pero a su vez,
para el ojo preparado, se sabrá reconocer algunos puntos comunes con las
mencionadas cintas, las otras películas que conforman este estadío formativo
del gran Hitch. Manteniendo algunos de esos puntos comunes, el director adapta a
la pantalla grande nuevamente un trabajo primigeniamente literario, en este
caso una obra teatral de cierto éxito de autoría de John Galsworthy, en el que se
plasma la historia del drama rural de dos familias, una de arraigado abolengo
campestre, que tendrá áspero choque al romperse su tranquilidad y rutina cuando
llega la otra, pudiente familia, cuya riqueza es producto de grandes negocios; ese
roce traerá lamentables y hasta fatales consecuencias. Reconoceremos algunos
rostros relativamente asiduos de la filmografía hitchcockiana, así como nuevas
adiciones a su equipo actoral como es natural; una cinta tildada de menor, pero
jamás despreciable.
Las acciones comienzan en una
finca, un ambiente rural en el que se desempeñan las actividades cotidianas de
esas locaciones, es la finca donde vive al matrimonio Hillcrist, el esposo
(C.V. France) y la Sra. Hillcrist (Helen Haye), junto a su hija Jill (Jill
Esmond). Su existencia es tranquila, sin embargo, algunas penurias económicas
comienzan a atormentar al clan campesino, y en esos momentos aparece el Sr.
Hornblower (Edmund Gwenn), acaudalado aristócrata citadino, que llega al campo
con intenciones de comprar terrenos y modernizar la zona. En una inicial
entrevista con el Sr. Hillcrist, Hornblower hace saber sus intenciones de
comprar sus tierras, obteniendo recia negativa; la guerra está declarada,
incluso dice Hillcrist. Las dificultades económicas no cejan, se realiza una subasta por
las tierras de los Hillcrist, comprándola Hornblower por una cuantiosa suma
monetaria. Así llega el patriarca aristócrata y sus hijos, Rolf (Frank Lawton)
y Charles (John Longden), además de su nuera Chloe (Phyllis Konstam), pero el
modo en que llegan no hacen más que
irritar a los ex propietarios, particularmente a la Sra. Hillcrist. La
matriarca campestre no duda en, ayudada por Dawker (Edward Chapman), chantajear
a Hornblower con vergonzosa información secreta que tiene sobre Chloe. La tan
tensa situación finalmente tendrá un final lamentable para ambas familias en litigio.
La cinta plasma un fuerte
conflicto humano, un conflicto social, de clases, y esa marcada contraposición
y contraste quedan prontamente plasmados, cuando veamos a un representante de
cada clan juntos en una de las primeras secuencias, la bella Jill y el joven
Rolf Hornblower, y la oposición se hace patente y evidente: él en un auto, ella
en un caballo; él de negro, ella de blanco. Casuales o no esos detalles, ya nos
van dejando entrever el fuerte antagonismo de las dos familias que
apreciaremos, inclusive alguna superposición de planos reforzará esta intención
de Hitch. Curiosamente (y extrañamente a su vez, por cierto) Hitch no se
atreverá a muchos de sus acostumbrados artilugios visuales como el recién
mencionado, y en los otros pocos que esgrime, se advierte una agradable y tibia
herencia expresionista. Con todo, en ciertas aristas cinematográficas, sí
guarda cercanía y parecido la cinta con otras contemporáneas, como la inmediatamente
anterior Asesinato. Así, podremos ver
un muy característico inicio de la cinta, cuando veamos un veloz desfile de
imágenes encadenadas, imágenes típicas de la zona donde todo sucede, imágenes
en detalle de animales, canes caseros, personas, una corneta, etc. La rápida
sucesión de esas imágenes es característica de las cintas de esta etapa de Hitch,
y es, entre otros elementos, lo que hace una labor relativamente sencilla, para
el conocedor, reconocer esta cinta hitchcokiana como obra de su autor. Al igual
que tantas otras películas de Hitch de esos años, el presente filme, inspirado
como muchas veces aquellos en dramas de teatro, está impregnado de una fuerte concepción
escénica de esa rama artística. Así, lentos planos secuencias a su vez van
dando forma a un halo teatral; esa cortina, que, como un telón, repetidas y significativas
veces aparecerá en la pantalla (cuando Chloe se acerca al colapso por su
reputación), a veces transformándose
en una puerta, que separa al espectador de la acción, haciéndolo casi sentirla.
Asimismo, la mayoría de las
acciones suceden en interiores, y esto, sumado a los pocos personajes
principales, con otros tantos secundarios, contribuye a generar esa aureola
teatral sutil, pero casi siempre presente en la cinta, e inevitablemente
también le otorga cierta lentitud al desarrollo del filme, que termina por ciertos
momentos sintiéndose inocuo. Muy a cuentagotas apreciaremos algunos detalles de
belleza plástica, en el comienzo de la cinta, la señorita Hillcrist se aleja
cabalgando, un hermoso encuadre nos la presenta rodeada del entorno natural, y
pese a la ausencia de color vital en el blanco y negro, se aprecia belleza en
ese breve cuadro. En una secuencia casi inmediata, apreciamos el auto de un
miembro de los Hornblower acercándose a una casa, con un encuadre igual de
loable, pero lamentablemente, imágenes de esas características prácticamente no
se repetirán en la cinta, pues como se dijo, incomprensiblemente el director renuncia
casi por completo a sus acostumbrados y apreciables trucos visuales; algo
lamentable, es una película de lo más lineal que se le ha visto. Pero entre los
elementos positivos de la cinta, que claro que los hay, tenemos la secuencia de
la subasta, que es uno de los puntos altos de la película en cuanto a puesta en
escena, empezando con un ritmo lento, apenas interrumpido por ciertas
alucinaciones de Jill, para luego alcanzar un ritmo frenético cuando los
postores comiencen a hacer sus ofertas. A ese paso trepidante colabora un
trabajo de cámara vigoroso y ágil, que nos coloca trémulamente en el punto de
vista del postor, la situación se va tensando a ritmo geométrico, y alcanza la
mayor tensión cuando la final oferta de Hornblower es aceptada. El cambio de
ritmo en esta secuencia es sensible, y es preciso considerando lo crucial de la
circunstancia, introduciéndonos en el drama tanto del campesino como del
aristócrata, introduciéndonos a lo más cercano al suspenso que encontraremos en
el filme.
Interesante en un trabajo no
atractivo en exceso es el retrato que hace Hitch de la sociedad de su tiempo,
de la rancia aristocracia -como en el mismo filme se desliza en alguna
oportunidad-, de su preocupación por mantener una postiza y falsa imagen ante la sociedad, el
miedo a la humillación social. Pero además de la hipocresía, el maquiavelismo, cosas
que no son ajenas al estrato supuestamente más bajo, el estrato rural de los Hillcrist,
particularmente en la sorpresiva y fría figura de la madre. En la cinta
exploramos unas peligrosas relaciones humanas, lo que las pasiones pueden
desatar en la gente, poniendo en riesgo sus propias existencias, una
agresividad que se tornará tortura psicológica para la pobre Chloe, que
terminará desmoronándose en medio de ese mundo despreciable. En medio de esas
tropelías, en medio de esa dureza, de ese maquiavelismo y fríos chantajes,
solamente Chloe se resquebraja, ella es la fragilidad en medio de toda esa
dureza. El director retrata muchas de las pasiones humanas, negativas pasiones,
de los defectos, las complejas relaciones humanas vistas a través de la lente
de un conflicto social. La final figura del árbol viniéndose abajo es el obvio
simbolismo de un grupo humano que se ha descompuesto, que se ha roto, se ha
corrompido hasta su raíz. Se dice que Hitch hizo esta cinta más por encargo de
los estudios británicos que otra cosa, y quizás sea cierto, un conflicto, un
choque de dos masas sociales no es un tema muy reincidente en Hitch, al margen
de que se haya dejado de lado un poco el cine político, de lucha de clases,
centrándose más en las confrontación humana. Otra obra no muy afín del
cineasta, algo común en este periodo como se dijo, faltan sus tópicos
principales, no hay muerte, ni suspenso,
ni investigación policíaca, y los pocos nortes que aparecen, lo hacen a
cuentagotas. Se nota mucho que es una cinta del inicial periodo de Hitch, su
periodo inglés, aún se encontraba tibio el cineasta, aún joven, aún sin entrar
completamente de lleno en lo suyo, en el suspenso. Dependiendo de la audiencia,
es una cinta no espectacular, pero necesaria para los seguidores del gran
Hitch.
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