La presente
película es una de las más célebres adaptaciones del gigantesco clásico de la
literatura rusa, y de la literatura universal asimismo, pues el realismo
ruso tuvo en Crimen y Castigo y en Fyodor
Dostoevsky, respectivamente, a una novela y un autor que estuvieron entre sus
mayores representantes. Esta adaptación, no la primera ni menos la última, no
se queda atrás y es obra y gracia a su vez de uno de los máximos exponentes del
expresionismo cinematográfico, Robert Wiene, el conspicuo director germano se
encarga de fundir la intensa y psicológica novela rusa con la poderosa vena
expresionista, con toda la fuerza plástica -y también con su propio vigor
psicológico- de esta corriente cinematográfica para entregarnos una de las
versiones del texto más interesantes, como no podía ser de otra forma, si
consideramos esa poderosa simbiosis de culturas, y de estilos artísticos. El
gran Wiene de este modo adapta la historia universalmente conocida, Raskolnikov,
destacado estudiante en temas de criminalística, autor de una notable tesis, se
encuentra en graves problemas económicos, esa desesperación lo llevará a liquidar
a una vieja y avara prestamista, hurtando su dinero; la culpa hará pedazos la
mente del estudiante, que finalmente se resquebrajará ante el tormento mental.
Una cinta que ha pasado problemas desde su concepción, una real joya de cine
mudo.
Vemos al joven Rodion
Raskolnikow (Gregori Chmara), estudiante destacado, que atraviesa problemas
financieros; este joven luego es abordado por Marmeladow (Mikhail Tarkhanov),
un policía venido a menos, alcohólico, que hace sufrir a su hija Sonia.
Raskolnikow está desesperado, atraviesa serios problemas de dinero, su madre (Elisabeta
Skulskaja) y hermana (Alla Tarasova) padecen similar posición, y el
estudiante debe sobrevivir empeñando
cosas a la usurera Alona Iwanowa (Toma). Su desesperación crece, y, tras dudar
mucho, termina por matar a la vieja prestamista con un hacha, con la mala
suerte que la hermana de la vieja la visita instantes después del crimen, y
debe matarla también. Raskolnikow consigue escapar de la escena del crimen,
pero no tarda en ser citado a la comisaría, se sospecha de él, y pese a ciertas
evidencias incriminatorias, y pese a su creciente nerviosismo, consigue sortear
inicialmente los interrogatorios. Rodion habla luego con Sonia (Maria
Kryshanovskaya), hija del ebrio Marmeladow -y amiga de la muerta hermana de la
usurera-, ella es la única que trae sosiego en esos momentos al estudiante, y a
ella le confiesa Rodion su mórbido crimen. El detective a cargo dice a Raskolnikow
que sabe que él es el asesino, pero no es necesario forzar declaraciones, la
tortura del remordimiento hace que Rodion se entregue a la policía.
Termina de ese
modo una muy apreciable adaptación de una obra literaria gigantesca, inmortal, referencial. No hay necesidad de explicar, al lector debidamente instruido, la complejidad y
descomunal desafío que implica muchas veces el traslado de una obra artística,
de su campo original, a otra disciplina artística. Es siempre una compleja
empresa, siempre lo ha sido y siempre lo será, por las obvias distancias -a veces
insalvables- de un universo artístico a otro, adoptando los autores, en cada
caso, posturas diferentes, respetando más o menos el original texto, y desde
luego, insuflando su particular sentir artístico en la adaptación. Pero si,
además, se trata de una obra de tan alto calibre como la presente, el reto ciertamente
se decuplica; sin embargo hay genios que pueden estar a la altura del desafío,
genios como Wiene, que nos muestra una exquisita y seductora versión del clásico
literario ruso y universal. Al ser este un trabajo fílmico mudo, y aunque pueda
holgar mencionarlo, en un filme así, siendo ya complejo saltar de la
literatura, de las palabras, a lo audiovisual, se prescinde completamente de diálogos
verbales, por lo que la transición del drama, de la tensión, yace casi
íntegramente en la imagen, en las actuaciones de los actores, y es el primer
fotograma del filme ejemplar en ese sentido, cuando veamos ese primer plano de Raskolnikow;
vemos el primer plano del hombre con las manos en la cabeza, gesto atribulado,
la elocuencia necesaria para expresar sin palabras la desesperación y premura
que nuestro protagonista va sintiendo. El rostro descompuesto de Gregori Chmara
es pilar de la cinta, y el actor cumple a cabalidad encarnando el tormento
requerido; alguno quizá critique la edad del intérprete, demasiado mayor tal
vez para ser el estudiante de la obra de Dostoevsky, pero su actuación es
notable, excelente su representación de un hombre que atraviesa un lento
descenso mental. La fuerza actoral silente es vital, era otro momento del cine,
la culpa y remordimiento son todo en la historia, base de la tortura
psicológica, y los instantes finales refuerzan lo apreciado, son el epítome del
filme en ese sentido, nuevamente un primer plano de Raskolnikow fluye, y así
como apertura la cinta, ahora nos la clausura. Como en su momento, y
posteriormente, Peter Lorre hiciera en otra memorable adaptación, Crimen y castigo (1935), del gran Josef
von Sternberg, luciéndose con sus característicos registros histriónicos, en
esta oportunidad las gesticulaciones y lenguaje corporal de los actores son
capitales, y en este caso terminan siendo vitales para imprimir esa asfixiante
demencia, la locura, la culpa, el remordimiento, que terminan por desquiciar a
Rodion.
Uno de los
puntos más fuertes del filme es la estética, la poderosa estética expresionista
que se manifiesta en los decorados, la ambientación, Robert Wiene es
expresionismo, y nos muestra las calles, los pasadizos, los interiores de las
casas, las ventanas, a su manera, todo se deforma para configurar el oscuro y
sórdido mundo del expresionismo alemán fundiéndose con las narraciones de Dostoevsky.
Esas características estructuras expresionistas, de una conformación y
configuración sencillamente inconfundibles para el amante del cine mudo,
encuentran más sentido que nunca en sus retorcidas líneas, esas curvas e
irregulares líneas nos transmiten la demencia de Raskolnikow; sí, más que nunca
esa estética es expresiva, exteriorízase la demencia interior del estudiante
atormentado, las estructuras, tan retorcidas como los pensamientos de
Raskolnikow, tornan las inmediaciones de la ciudad en pesadillescos escenarios
donde sus tribulaciones no hacen más que incrementar; formidable ejemplo de la
diferenciación artística de una disciplina a otra, pues a donde el cine no
llega, a la precisión y detalle descriptivos de la palabra, la imagen expresionista
sirve de perfecto vehículo para exteriorizar el desquiciamiento de Raskolnikow.
Ese citado empleo de las estructuras deformadas, retorcidas, además de un por
momentos muy poderoso juego de luces y sombras, con los consiguientes
claroscuros, convierten a este filme en un muy atractivo ejercicio de uno de
los directores referenciales de la imperecedera corriente cinematográfica
alemana. Continuando en esa línea, entre los recursos técnicos empleados en la
cinta, tenemos los tradicionales trucos de las superposiciones de imágenes, un
recurso ineluctable en ese momento del cine para casi todos los grandes
cineastas eran los planos superpuestos para expresar diversas emociones y
sentimientos, ya sea sueños, ya sea creciente locura o tormento, etc. Las
superposiciones de imágenes sirven pues para retratar la creciente demencia, el
tormento que se agiganta en la cabeza de Raskolnikow, sus tribulaciones lo van
superando, y fluirán esos fotogramas superpuestos. Asimismo las superposiciones
vuelven en forma de pesadilla, para multiplicar y exagerar el horror de una
monstruosa y ya asesinada vieja usurera, que vuelve de la muerte para atormentar
al desdichado estudiante criminal. El resultado ya va siendo espectacular, es
irrelevante que, y como era normal en el momento de realizar el filme -hablamos
de casi una centuria atrás-, las representaciones de muerte y violencia sean
más bien moderadas, tímidas. Asimismo, la música, el acompañamiento musical,
inicialmente ausente, como en la gran mayoría de clásicos silentes del cine,
añadida posteriormente a su estreno, potencia y refuerza las situaciones cumbre
del filme.
Resulta
sumamente interesante y atractiva la amalgama final que nos ofrece Wiene, donde
la mezcla no es únicamente de estilos estéticos, narrativos, literarios o
cinematográficos, de lenguajes audiovisuales, sino también de culturas: el
director de arte, Andrej Andrejew, era ruso, al igual que la compañía teatral de
actores involucrados, del Teatro de Arte de Moscú de Stanislavski, generándose
una combinación cultural y de temperamentos, de sensibilidades, singular, además
de haber hecho necesaria en algunos momentos del rodaje la presencia de
traductores. Ese detalle por cierto, el de la compañía teatral de actores,
adquiere otro sentido cuando apreciamos el tratamiento en el filme, la
concepción de las escenas, que deja entrever ese halo teatral, intensificado
esto por el estadío y momento embrionario del cine. Así, al estar el cine todavía
en sus años formativos, cuando el sonido ni siquiera llegaba aún al mundo del
séptimo arte, naturalmente los recursos del cine no estaban del todo
evolucionados, desarrollados, esto facilita en parte el halo teatral, el
tratamiento teatral que se percibe en reiteradas secuencias; un producto
audiovisual irresistible el que termina de configurar Wiene. Por otro lado, la
cinta ha tenido un poco afortunado trayecto a lo largo de los años, sufriendo
alguna lamentable mutilación, pues la versión original del director dura más de
dos horas, 135 minutos para ser exactos, que se ven reducidos notablemente en
la versión yanqui modificada y adaptada para DVD, un montaje cuya extensión se
reduce en cerca de una hora respecto al original trabajo. Como es normal en un
cambio de esa naturaleza, de esa envergadura, la integridad del filme se ve
severamente vulnerada, y es tan pertinente como lamentable indicar que el
presente artículo se basa en la versión para DVD, la versión alterada,
mutilada, la que tristemente es la que en su grandísima mayoría circula por el mundo,
y en la que mucha de la fuerza plasmada se pierde, la insufrible presión que
corroe y destruye a Raskolnikow no se verá tan coherente y potente en la
versión modificada; es una arbitrariedad más que el mundo del cine debe tolerar
obligadamente, pero no sin perder la esperanza que un día aparezca una versión
restaurada, o algún apreciable benefactor se tome el trabajo de restaurarla. No
sería la primera vez. Volviendo a la historia, Sonia es la calma del
atormentado Rodion, con ella regresa el sosiego, la calma que con ella arriba
se extiende incluso al tratamiento que se le da a las secuencias en que ella se
involucra, cambia la tendencia y el tono sórdido, desaparece toda la retorcida
potencia expresionista con la fémina, toda la umbrosa demencia expresionista
que representaba la caída psicológica del estudiante; ella es el amor de
Rodion, que en la novela tiene sus diferencias por cierto, acompañando a Raskolnikow
a su exilio a la Siberia, pues él la ama. Asimismo, otra diferencia con el
texto, sustancial por cierto, es que Raskolnikow se vuelve cristiano por Sonia
en el filme -se santigua, se persigna, en esa secuencia final que clausura la película, y nos da un desenlace que difiere significativamente del libro-, cosa
que no sucede en el mundo de Dostoevsky; de igual modo en el libro Rodion está
convencido de que su asesinato, bajo determinadas circunstancias, no es algo negativo,
pues la anciana era despreciable, su asesinato puede dejar de ser un acto
abominable y execrable. La cinta tal vez no se cuente entre los clásicos más
inmortales del expresionismo, tal vez no a la altura de El gabinete del Dr. Caligari (1920), del propio Wiene, o de Los nibelungos (1924) o Metrópolis (1927) de Lang, o los
trabajos de Murnau, tal vez no alcanza la fulgurante perfección técnica de esos
ejercicios, sin embargo es imposible dejar de sentirse seducido por la
excelente compenetración entre la oscura y pesadillesca estética de la
corriente alemana y los sentimientos y demencias crecientes que despedazan a
Raskolnikow. Cinta referencial e ineludible, exquisito clásico silente, que ha sufrido
lamentable modificación y mutilación, pero que encierra un gran tesoro cinematográfico,
a la vez que una indeleble historia dentro de la literatura universal.
Muy profundo análisis! Lo vuste en la versión de mals calidad que se conserva?? En el Filmmuseum de Frankfurt y la Deutsche Kinomathek me confirman que en Alemania no se conserva una versión con buena calidad. Sabes donde pueda encontrarse una versión de buena calidad como las imágenes que usas?
ResponderEliminar