jueves, 24 de mayo de 2018

Raskolnikow / Crimen y Castigo (1923) - Robert Wiene

La presente película es una de las más célebres adaptaciones del gigantesco clásico de la literatura rusa, y de la literatura universal asimismo, pues el realismo ruso  tuvo en Crimen y Castigo y en Fyodor Dostoevsky, respectivamente, a una novela y un autor que estuvieron entre sus mayores representantes. Esta adaptación, no la primera ni menos la última, no se queda atrás y es obra y gracia a su vez de uno de los máximos exponentes del expresionismo cinematográfico, Robert Wiene, el conspicuo director germano se encarga de fundir la intensa y psicológica novela rusa con la poderosa vena expresionista, con toda la fuerza plástica -y también con su propio vigor psicológico- de esta corriente cinematográfica para entregarnos una de las versiones del texto más interesantes, como no podía ser de otra forma, si consideramos esa poderosa simbiosis de culturas, y de estilos artísticos. El gran Wiene de este modo adapta la historia universalmente conocida, Raskolnikov, destacado estudiante en temas de criminalística, autor de una notable tesis, se encuentra en graves problemas económicos, esa desesperación lo llevará a liquidar a una vieja y avara prestamista, hurtando su dinero; la culpa hará pedazos la mente del estudiante, que finalmente se resquebrajará ante el tormento mental. Una cinta que ha pasado problemas desde su concepción, una real joya de cine mudo.

                     


Vemos al joven Rodion Raskolnikow (Gregori Chmara), estudiante destacado, que atraviesa problemas financieros; este joven luego es abordado por Marmeladow (Mikhail Tarkhanov), un policía venido a menos, alcohólico, que hace sufrir a su hija Sonia. Raskolnikow está desesperado, atraviesa serios problemas de dinero, su madre (Elisabeta Skulskaja) y hermana (Alla Tarasova) padecen similar posición, y el estudiante debe sobrevivir empeñando cosas a la usurera Alona Iwanowa (Toma). Su desesperación crece, y, tras dudar mucho, termina por matar a la vieja prestamista con un hacha, con la mala suerte que la hermana de la vieja la visita instantes después del crimen, y debe matarla también. Raskolnikow consigue escapar de la escena del crimen, pero no tarda en ser citado a la comisaría, se sospecha de él, y pese a ciertas evidencias incriminatorias, y pese a su creciente nerviosismo, consigue sortear inicialmente los interrogatorios. Rodion habla luego con Sonia (Maria Kryshanovskaya), hija del ebrio Marmeladow -y amiga de la muerta hermana de la usurera-, ella es la única que trae sosiego en esos momentos al estudiante, y a ella le confiesa Rodion su mórbido crimen. El detective a cargo dice a Raskolnikow que sabe que él es el asesino, pero no es necesario forzar declaraciones, la tortura del remordimiento hace que Rodion se entregue a la policía.





Termina de ese modo una muy apreciable adaptación de una obra literaria gigantesca, inmortal, referencial. No hay necesidad de explicar, al lector debidamente instruido, la complejidad y descomunal desafío que implica muchas veces el traslado de una obra artística, de su campo original, a otra disciplina artística. Es siempre una compleja empresa, siempre lo ha sido y siempre lo será, por las obvias distancias -a veces insalvables- de un universo artístico a otro, adoptando los autores, en cada caso, posturas diferentes, respetando más o menos el original texto, y desde luego, insuflando su particular sentir artístico en la adaptación. Pero si, además, se trata de una obra de tan alto calibre como la presente, el reto ciertamente se decuplica; sin embargo hay genios que pueden estar a la altura del desafío, genios como Wiene, que nos muestra una exquisita y seductora versión del clásico literario ruso y universal. Al ser este un trabajo fílmico mudo, y aunque pueda holgar mencionarlo, en un filme así, siendo ya complejo saltar de la literatura, de las palabras, a lo audiovisual, se prescinde completamente de diálogos verbales, por lo que la transición del drama, de la tensión, yace casi íntegramente en la imagen, en las actuaciones de los actores, y es el primer fotograma del filme ejemplar en ese sentido, cuando veamos ese primer plano de Raskolnikow; vemos el primer plano del hombre con las manos en la cabeza, gesto atribulado, la elocuencia necesaria para expresar sin palabras la desesperación y premura que nuestro protagonista va sintiendo. El rostro descompuesto de Gregori Chmara es pilar de la cinta, y el actor cumple a cabalidad encarnando el tormento requerido; alguno quizá critique la edad del intérprete, demasiado mayor tal vez para ser el estudiante de la obra de Dostoevsky, pero su actuación es notable, excelente su representación de un hombre que atraviesa un lento descenso mental. La fuerza actoral silente es vital, era otro momento del cine, la culpa y remordimiento son todo en la historia, base de la tortura psicológica, y los instantes finales refuerzan lo apreciado, son el epítome del filme en ese sentido, nuevamente un primer plano de Raskolnikow fluye, y así como apertura la cinta, ahora nos la clausura. Como en su momento, y posteriormente, Peter Lorre hiciera en otra memorable adaptación, Crimen y castigo (1935), del gran Josef von Sternberg, luciéndose con sus característicos registros histriónicos, en esta oportunidad las gesticulaciones y lenguaje corporal de los actores son capitales, y en este caso terminan siendo vitales para imprimir esa asfixiante demencia, la locura, la culpa, el remordimiento, que terminan por desquiciar a Rodion.






Uno de los puntos más fuertes del filme es la estética, la poderosa estética expresionista que se manifiesta en los decorados, la ambientación, Robert Wiene es expresionismo, y nos muestra las calles, los pasadizos, los interiores de las casas, las ventanas, a su manera, todo se deforma para configurar el oscuro y sórdido mundo del expresionismo alemán fundiéndose con las narraciones de Dostoevsky. Esas características estructuras expresionistas, de una conformación y configuración sencillamente inconfundibles para el amante del cine mudo, encuentran más sentido que nunca en sus retorcidas líneas, esas curvas e irregulares líneas nos transmiten la demencia de Raskolnikow; sí, más que nunca esa estética es expresiva, exteriorízase la demencia interior del estudiante atormentado, las estructuras, tan retorcidas como los pensamientos de Raskolnikow, tornan las inmediaciones de la ciudad en pesadillescos escenarios donde sus tribulaciones no hacen más que incrementar; formidable ejemplo de la diferenciación artística de una disciplina a otra, pues a donde el cine no llega, a la precisión y detalle descriptivos de la palabra, la imagen expresionista sirve de perfecto vehículo para exteriorizar el desquiciamiento de Raskolnikow. Ese citado empleo de las estructuras deformadas, retorcidas, además de un por momentos muy poderoso juego de luces y sombras, con los consiguientes claroscuros, convierten a este filme en un muy atractivo ejercicio de uno de los directores referenciales de la imperecedera corriente cinematográfica alemana. Continuando en esa línea, entre los recursos técnicos empleados en la cinta, tenemos los tradicionales trucos de las superposiciones de imágenes, un recurso ineluctable en ese momento del cine para casi todos los grandes cineastas eran los planos superpuestos para expresar diversas emociones y sentimientos, ya sea sueños, ya sea creciente locura o tormento, etc. Las superposiciones de imágenes sirven pues para retratar la creciente demencia, el tormento que se agiganta en la cabeza de Raskolnikow, sus tribulaciones lo van superando, y fluirán esos fotogramas superpuestos. Asimismo las superposiciones vuelven en forma de pesadilla, para multiplicar y exagerar el horror de una monstruosa y ya asesinada vieja usurera, que vuelve de la muerte para atormentar al desdichado estudiante criminal. El resultado ya va siendo espectacular, es irrelevante que, y como era normal en el momento de realizar el filme -hablamos de casi una centuria atrás-, las representaciones de muerte y violencia sean más bien moderadas, tímidas. Asimismo, la música, el acompañamiento musical, inicialmente ausente, como en la gran mayoría de clásicos silentes del cine, añadida posteriormente a su estreno, potencia y refuerza las situaciones cumbre del filme.







Resulta sumamente interesante y atractiva la amalgama final que nos ofrece Wiene, donde la mezcla no es únicamente de estilos estéticos, narrativos, literarios o cinematográficos, de lenguajes audiovisuales, sino también de culturas: el director de arte, Andrej Andrejew, era ruso, al igual que la compañía teatral de actores involucrados, del Teatro de Arte de Moscú de Stanislavski, generándose una combinación cultural y de temperamentos, de sensibilidades, singular, además de haber hecho necesaria en algunos momentos del rodaje la presencia de traductores. Ese detalle por cierto, el de la compañía teatral de actores, adquiere otro sentido cuando apreciamos el tratamiento en el filme, la concepción de las escenas, que deja entrever ese halo teatral, intensificado esto por el estadío y momento embrionario del cine. Así, al estar el cine todavía en sus años formativos, cuando el sonido ni siquiera llegaba aún al mundo del séptimo arte, naturalmente los recursos del cine no estaban del todo evolucionados, desarrollados, esto facilita en parte el halo teatral, el tratamiento teatral que se percibe en reiteradas secuencias; un producto audiovisual irresistible el que termina de configurar Wiene. Por otro lado, la cinta ha tenido un poco afortunado trayecto a lo largo de los años, sufriendo alguna lamentable mutilación, pues la versión original del director dura más de dos horas, 135 minutos para ser exactos, que se ven reducidos notablemente en la versión yanqui modificada y adaptada para DVD, un montaje cuya extensión se reduce en cerca de una hora respecto al original trabajo. Como es normal en un cambio de esa naturaleza, de esa envergadura, la integridad del filme se ve severamente vulnerada, y es tan pertinente como lamentable indicar que el presente artículo se basa en la versión para DVD, la versión alterada, mutilada, la que tristemente es la que en su grandísima mayoría circula por el mundo, y en la que mucha de la fuerza plasmada se pierde, la insufrible presión que corroe y destruye a Raskolnikow no se verá tan coherente y potente en la versión modificada; es una arbitrariedad más que el mundo del cine debe tolerar obligadamente, pero no sin perder la esperanza que un día aparezca una versión restaurada, o algún apreciable benefactor se tome el trabajo de restaurarla. No sería la primera vez. Volviendo a la historia, Sonia es la calma del atormentado Rodion, con ella regresa el sosiego, la calma que con ella arriba se extiende incluso al tratamiento que se le da a las secuencias en que ella se involucra, cambia la tendencia y el tono sórdido, desaparece toda la retorcida potencia expresionista con la fémina, toda la umbrosa demencia expresionista que representaba la caída psicológica del estudiante; ella es el amor de Rodion, que en la novela tiene sus diferencias por cierto, acompañando a Raskolnikow a su exilio a la Siberia, pues él la ama. Asimismo, otra diferencia con el texto, sustancial por cierto, es que Raskolnikow se vuelve cristiano por Sonia en el filme -se santigua, se persigna, en esa secuencia final que clausura la película, y nos da un desenlace que difiere significativamente del libro-, cosa que no sucede en el mundo de Dostoevsky; de igual modo en el libro Rodion está convencido de que su asesinato, bajo determinadas circunstancias, no es algo negativo, pues la anciana era despreciable, su asesinato puede dejar de ser un acto abominable y execrable. La cinta tal vez no se cuente entre los clásicos más inmortales del expresionismo, tal vez no a la altura de El gabinete del Dr. Caligari (1920), del propio Wiene, o de Los nibelungos (1924) o Metrópolis (1927) de Lang, o los trabajos de Murnau, tal vez no alcanza la fulgurante perfección técnica de esos ejercicios, sin embargo es imposible dejar de sentirse seducido por la excelente compenetración entre la oscura y pesadillesca estética de la corriente alemana y los sentimientos y demencias crecientes que despedazan a Raskolnikow. Cinta referencial e ineludible, exquisito clásico silente, que ha sufrido lamentable modificación y mutilación, pero que encierra un gran tesoro cinematográfico, a la vez que una indeleble historia dentro de la literatura universal.









1 comentario:

  1. Muy profundo análisis! Lo vuste en la versión de mals calidad que se conserva?? En el Filmmuseum de Frankfurt y la Deutsche Kinomathek me confirman que en Alemania no se conserva una versión con buena calidad. Sabes donde pueda encontrarse una versión de buena calidad como las imágenes que usas?

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