Segundo filme sonoro del inmortal
cineasta británico Alfred Hitchcock, con el que definitivamente entraría ya en la
entonces nueva etapa del cine, el estadio que incluía el sonido, el cine
silente había ya pasado a la historia. A diferencia de otros gigantes
realizadores, el maestro del suspenso no opuso demasiada resistencia a tan
dramático y significativo cambio, a una evolución tan incontestable y
contundente, si bien es cierto que en este filme tenemos al que muy
probablemente es su trabajo más atípico, el que reúne la menor cantidad de sus
vértices artísticas más representativas. Como era casi una tradición en el cine
hitchcockiano, adapta el director un trabajo literario, nuevamente una pieza
teatral, en esta oportunidad obra de Sean O'Casey, una obra referencial del
teatro irlandés, en el que nos presenta la historia de una familia de ese país,
en plena guerra de revolución irlandesa, ellos viven en severa austeridad;
pero, tras recibir impensadamente una cuantiosa herencia, su estilo de vida
cambia radicalmente, pero sin sospechar nadie de la familia que en realidad ese
será el inicio de una pesadilla. Una cinta muy peculiar, que a su vez en su
realización encierra otras particularidades, como algunos de los actores
teatrales participando en el rodaje cinematográfico, entre otros factos que
convierten a este filme en una verdadera y valiosa rareza dentro del cine de
Hitch.
Es Irlanda, son los años de la
Revolución, los irlandeses se enfrenten entre ellos, un hombre (Barry
Fitzgerald) pregona sobre la necesidad de unirse, que la división los perderá;
es interrumpido por unos disparos. En un bar, vemos al “capitán” Boyle (Edward
Chapman), bebiendo con su amigo “Joxer” Daly (Sidney Morgan), en el bar
propiedad de la Sra. Maisie Madigan (Maire O'Neill). Tras eso, Boyle va a su
casa, donde su mujer, Juno (Sara Allgood), le riñe por su falta de trabajo, por
su afición a la bebida, por ser un mantenido que no aporta. En su casa, vive
también con su hijo mayor, Johnny (John Laurie), quien tiene una lesión, ha
perdido un brazo por su actividad política, vinculado a la IRA. En medio de las
discusiones de los Boyle y las ocurrencias de “Joxer”, los visita un día Charles
Bentham (John Longden), que les informa que, a causa de la muerte de un pariente
enfermo, la familia ha heredado una cuantiosa fortuna. No demoran en modificar
su vida los Boyle, adquieren costosos muebles nuevos, un vistoso aparato
musical, a la vez que Bentham corteja a Mary (Kathleen O'Regan), la hija de los
esposos. Realizan reuniones con vecinos, siguen gastando el dinero, en esas reuniones
se suceden charlas y cantos de los invitados, pero entonces comienzan los
problemas. Bentham falla, la herencia se pierde, los deudores presionan a los
Boyle y confiscan las cosas, pero eso es apenas el comienzo de su pesadilla.
Dentro de lo interesante del
filme, está el apreciar el pulso del cineasta para trasladar una obra tan teatral al cine, pues es una de las piezas
teatrales emblema de Irlanda, plasmando su humor, su realidad, su contexto
entonces, la dura realidad de la guerra civil por la revolución, graficada en
los diálogos y acciones de los Boyle. Curiosamente, se dice que Hitch aceptó
muy a regañadientes la realización de este filme, y viendo la naturaleza de su creación,
es entendible, y convierte en muy interesante el saber la genuina causa final
de la realización de este proyecto por parte de Hitch. La marcada directriz
teatral que impregna toda la cinta se manifiesta desde el comienzo, con la concepción
escénica, la composición de los encuadres, la distribución de los personajes
dentro de esos encuadres, transmitiendo esa concepción propia del teatro,
transcurriendo casi todo en un solo ambiente, la sala de la familia Boyle. Queda
clara la idea del cineasta, la idea que regirá la cinta, es un trabajo con más
visos teatrales que cinematográficos, una característica muy inusual en la obra
hitchcockiana, al margen de que Hitch haya adaptado en numerosas ocasiones
piezas teatrales exitosas a la gran pantalla. Así, tras más de veinte minutos
iniciales del filme, la cámara está prácticamente estática casi todo el tiempo,
algo inaudito en el cine de Hitch, aún desde sus comienzos en el cine mudo. Inauditamente estática para una cinta de Hitchcock, en pocas ocasiones se rompe
la linealidad narrativa de esa cámara, a cuentagotas, como en el particular
caso de Johnny, a quien la cámara realiza acercamientos, zooms que rompen ese perennemente
plano comportamiento. Apreciamos un cine minimalista, de este cine con mínimos
recursos, la más cercana referencia del propio director la encontramos en la
bastante posterior La soga (1948),
donde una recámara es el escenario de prácticamente toda la acción. Conforme avanza
la cinta, vemos que efectivamente es una rareza hitchcockiana, pero no una rareza
más, como varias de sus obras mudas, sino la mayor rareza de todas, pues aún en
sus filmes silentes alguno de sus rasgos artísticos mayores siempre se
plasmaba. Ya sea el asesinato, ya sea el falso culpable, ya sea el triángulo
amoroso, o el misterio e intriga que se disemina a través de una investigación de
un crimen; siempre uno de sus sellos se hacía presente, en mayor o menor
medida. Pero en esta oportunidad ninguno de esos grandes tópicos se manifiesta,
todos brillan por su ausencia.
De este modo, no solo están
ausentes sus tópicos principales de toda su carrera, sino también sus
tradicionales experimentos visuales, los recursos técnicos donde quedaba
patente su dominio en esa área. Esas dos características vitales de la obra hitchcockiana
se ausentan, para configurar la que es sin duda, al menos para quien escribe, la cinta menos hitchcockiana de todas
las que hizo el maestro del suspense. Más de un incauto se verá grandemente
sorprendido al abordar esta cinta sin saber a lo que se expondrá, un trabajo
casi irreconocible como obra de su autor, algo que más que corroborar las
viejas virtudes y fortalezas de la cinematografía del británico, es un filme
para los completistas de la obra del director, uno de esos ejemplos en los que los
trabajos más irregulares de un artista pueden enseñar tanto como sus obras
maestras, hablamos de verdaderos seguidores del cineasta. El maestro escoge
otra clave para narrar su filme, algo que para ese momento -siendo el segundo
filme sonoro del maestro-, vuelve la cinta más inusual aún, y es que el
vehículo narrativo son los diálogos de los protagonistas, casi recitados por
momentos, extensos diálogos que en gran medida compendian la cinta, y la
realidad irlandesa de entonces. Entre
los diálogos, Juno compara a Boyle con el pavo real, un ave que se luce mucho pero
que no produce nada, y en ese sentido el abogado es uno de los papeles más
interesantes, es quien habla distinto dentro de los personajes. Lo oímos
hablando de temas diversos como un hombre educado, contando la historia de
Juno, trazándonos paralelo entre la esposa protagonista y la mitología griega,
con Juno, la esposa de Zeus, que es todo menos una esposa devota y sumisa, sino
más bien dispuesta a regañar y gritonear al adúltero Zeus. Los diálogos son,
pues, parte vital del filme, así como los cantos, en la reunión de los Boyle,
donde mucho de la cultura irlandesa se plasma. Cabe mencionar que el original actor
teatral del capitán Boyle, Fitzgerald, aparece con efímero protagonismo,
efímero pero significativo, como ese férvido pregonero inicial, que procura
despertar el sentimiento de unión y compañerismo, en medio de la división de la
guerra civil irlandesa, una división que asegura siempre los ha llevado a la
derrota; asimismo, cierra la primera y única participación de este personaje el
después recurrente recurso de los disparos, los balazos que se escucharán más
de una vez. El actor que encarna a Boyle en el cine, Edward Chapman debutaba
asimismo en el séptimo arte, lo hace de manera convincente y decente.
Los papeles quedan pronta y claramente
definidos, Boyle y “Joxer” son unos vividores, ellos solamente saben beber,
siendo el capitán Boyle el personaje principal, es un casi apéndice en casa, un
parásito en un hogar cuyo auténtico sustento es Juno, la esposa, es ella quien lleva
los pantalones en casa -hasta el título del filme y la obra teatral la nombran
a ella primera, jerarquizándola-, gritoneando y mangoneando a su holgazán esposo.
Se le acusó un poco al filme de crear estereotipos en exceso, siendo por supuesto
el capitán Boyle el mayor de ellos, amigo siempre de la bebida, dispuesto a disfrutar
un trago siempre, mejor si no es a cuenta suya; ajeno siempre al trabajo, fingiendo
incluso cojera para huirle a sus responsabilidades como cabeza de familia,
siendo dominado por su esposa. En la cinta apreciamos drama pero también humor,
el tibio humor diseminado por la cinta, como cuando en el comienzo vemos a la
dueña, la Sra. Madigan invitando unos tragos a los buenos para nada Boyle y
“Joxer”, tragos que ellos aceptan a buen grado, pero se retiran en cuanto les
toca a ellos invitar el alcohol, abandonando a la mujer. Asimismo tenemos al
capitán, con su pesar tan artificial como cómico, su postiza condolencia ante
el fenecimiento de un familiar que nunca le agradó, cuya muerte más bien le
significa una tan bienvenida herencia económica. En lo técnico, se corrige
completamente alguna falencia que tuvo su primer largometraje sonoro, Chantaje, de este mismo año, y ahora ya
apreciaremos una perfecta sincronización de sonido y actores, el audio, el
sonido de las voces ya camina a la par del movimiento de los labios de los
protagonistas. Una imperfección que sí llama la atención es cierto “desencuadre”
que se aprecia en más de una secuencia, con los rostros de los actores que en
ocasiones se quedan “fuera” de los encuadres, una falencia visual ciertamente
impropia de Hitchcock. Encontramos otros elementos interesantes, suertes de
leitmotiv, como el sonido de las balas que suena mayormente en momentos con
Johnny de protagonista, denotando premura, angustia; asimismo la virgen María,
en momentos cumbre, y siempre involucrando a Johnny, convergiendo ambos
recursos finalmente en el fatal desenlace, con ese buen plano final, en el que
Juno habla a la virgen en tan patético momento. Cinta tan atractiva como
extraña para el conocedor de Hitch, se plasma la degradación, el declive que
enfrenta una familia cuando el dinero llega, el modo en que olvidan las cosas
más importantes, perdiendo la dignidad, y en algunos casos la vida. Una cinta
atípica, pero para quienes están completando la filmografía de Hitch, es una
verdadera joya.
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