martes, 30 de agosto de 2016

Chantaje (1929) - Alfred Hitchcock

Histórica cinta, memorable trabajo cinematográfico, el primer filme hablado del gigante cineasta Alfred Hitchcock, y de acuerdo a una aseveración no del todo esclarecida, la primera cinta hablada del cine británico. Una de las mayores revoluciones en la historia del cine había llegado apenas un año antes con El Cantante de Jazz, muchos maestros realizadores estaban en la incertidumbre al respecto, pero no fue este el caso de Hitch. Habiéndole encomendado los estudios la tarea de introducir el sonido finalmente en una cinta, el maestro del suspense hizo mucho más que un mero experimento. Como casi siempre, Hitch adapta una obra literaria, en este caso la pieza teatral de Charles Bennett, en la que ya continúa el cineasta encontrando en el suspenso a su mayor sello distintivo como artista. La historia en sí es sencilla, una mujer, cuando está siendo violentada por un artista, en defensa propia elimina a su agresor, y asustada y temerosa de lo que ha hecho, se aleja del ambiente de lo ocurrido; pero no sospecha que a su novio, policía, se le ha encomendado investigar el caso, a la vez que un testigo de los hechos comienza a chantajearla. Aún con las evidentes inseguridades y experimentos propios de un momento tan significativo en la historia del séptimo arte, Hitchcock configura un filme atractivo, no extraordinario, pero imprescindible para el amante de su cine, es su primera película sonora.

                 


La cinta se inicia con unos individuos, son policías, que irrumpen en una casa y capturan a un sujeto, que descansaba en cama, sin demasiada resistencia pese a tener un arma, lo arrestan. Luego, vemos a Alice White (Anny Ondra), ella pasea con su novio, el detective Frank Webber (John Longden), ellos van a comer algo, pero en el lugar al que acuden, aparece otro personaje, un hombre (Cyril Ritchard), a quien ella inmediatamente hace una señal, se deshace de su novio, y se reúne con el segundo sujeto afuera. Ella acepta ir a la casa del hombre, que es un artista, y en medio de sus cuadros y de música de piano, él la besa, intenta intimar con ella a la fuerza, y Alice, por evitarlo, lo mata con un cuchillo. Acto seguido, ella se marcha de la casa del artista, aterrada de lo que ha hecho, y al día siguiente, durante las pericias policiales, Frank, a cargo del caso, encuentra uno de los guantes de ella en la escena del crimen. Cuando Frank le dice a Alice que sabe lo que pasó, y que piensa encubrirla, aparece Tracy (Donald Calthrop), es el sujeto inicialmente arrestado, que fue testigo de lo sucedido, y que de inmediato deja claras sus intenciones de chantajearlos. Tracy, controlando la situación, logra hasta que Alice lo lleve a su casa a comer con su familia, la chantajea por lo que sabe, pero Frank, sabedor del prontuario que tiene Tracy, no cede al chantaje, y finalmente se dará solución a la apremiante circunstancia.






En el comienzo apreciamos una cámara que denota cierto frenetismo, no excesivo, pero unos audaces movimientos de la cámara otorgan esa moderada premura a la secuencia apertura, en la que asimismo el trabajo de montaje hace lo propio para generar ese ambiente. A esto se suma algún otro movimiento de la cámara y de zoom, en el cual se evidencia nuevamente el dominio y soltura en el plano técnico que siempre tuvo el británico, mostrándola ágil, veloz, precisa, explorando detalles minuciosos como un espejo colgado en una pared, su exactitud es notable. Resulta curioso que esa primera secuencia haya sido completamente muda, vemos a los actores moviendo los labios, pero no hay ningún audio de sus voces. El sello de Hitchcock se reconoce casi de inmediato desde estas primeras secuencias, su lenguaje, sus recursos narrativos, cuando veamos un cenicero, primero con un único cigarrillo consumiéndose, luego repleto ya de varios cigarrillos, exponiendo el tiempo que transcurre en esa tensa situación, el hombre detenido está siendo registrado en los archivos policiales. Como siempre, desde sus inicios en el cine mudo, Hitch fue aficionado y talentoso para narrar sin palabras, para narrar con imágenes, no solo por el detalle del cenicero y posteriores muestras visuales, sino por el comportamiento de la cámara. Se nota, como era obvio y natural, que eran los primeros ejercicios sonoros de Hitch, y se evidencian en ese sentido las inserciones de sonido, el director hasta cierto punto experimentaba, los estudios British International Pictures le encomendaron a su chico prodigio, Hitch, que entonces contaba 30 años, que llevara al cine inglés al nuevo mundo del sonido. El maestro del suspenso lo hace, apreciándose, como era natural en un momento tan crucial, ciertas descoordinaciones, pues el sonido, los audios de las voces de los actores en ocasiones no están sincronizados con el movimiento de sus labios, la inserción se nota un poco forzada. Asimismo los sonidos diegéticos denotan cierta artificialidad en algunas escenas, cierta desprolijidad en la edición, pero, otra vez, debemos considerar que es el maestro Hitchcock, que realiza lo que es probablemente el primer experimento cinematográfico sonoro inglés.








Entre las secuencias que grafican ya el paso al sonido, tenemos el prolongado canto de un ave de fondo mientras ella se cambia de ropa, al día siguiente del asesinato. Toda deficiencia -menor, por cierto- queda en segundo plano, pues son momentos míticos, el maestro Hitchcock por vez primera realizaba una cinta sonora, y el cine inglés mismo entraba ya a otro estadío, siendo la hermosa Anny Ondra una de esas primeras voces en escucharse, con su notorio acento de Europa del este. La actriz austrohúngara superó ciertas inseguridades debido a ese acento suyo, para finalmente superar la audición que Hitch hizo, y ganarse este papel. Luce hermosa  la Ondra, en símil papel a la cinta inmediatamente anterior del director, El hombre de la isla de Man, del mismo año, 1929, con un comportamiento similar, risueña, coqueta, con una inocencia que a la vez se combina con cierta malicia al manipular a los hombres (deshaciéndose de su novio para acabar en la casa del artista), una dualidad femenina característica de muchas féminas hitchcockianas, y que colaboran a que muchos lo acusen de misógino. Ella se vuelve centro indiscutible de las acciones, motor generador de todo, abundan los primeros planos explorando su bello rostro, sus gestos, su inocencia y banalidad al comienzo, su fragilidad y terror después con el chantaje, y la Ondra pasa con nota más que aprobatoria el difícil examen. Es entendible que se haya convertido en la primera musa rubia de Hitch, y tiene el gran privilegio de haber clausurado la etapa silente del cineasta, con la cinta poco antes citada, El hombre de la isla de Man, para luego inaugurar la etapa sonora del gigante inglés; ciertamente meritorio, privilegiado lugar el de la actriz austrohúngara. Conocido es el tema de que esta cinta tiene dos versiones, una versión aún muda, y la otra sonora -en la que se basa este articulo-, una costumbre extendida en el cine por esos años, cuando los cineastas, y sobre todo los productores se encontraban escépticos respecto a la llegada del sonido, se realizaban las dos versiones de cada cinta, para poder prever o contrarrestar algún eventual fracaso de la versión sonora de un filme. Este detalle sesga hasta cierto punto una apreciación integral de esta cinta, y al no haber aún visionado yo la versión muda, me veo limitado a comentar sobre la versión hablada.








En esta, la primera película sonora de Alfred Hitchcock, aún los aciertos y su dominio de las técnicas cinematográficas mudas superan a las bondades de su cine sonoro, es algo completamente normal, natural, y entre estos aciertos tenemos la secuencia de ella, después del asesinato, caminando maquinalmente por las calles. Ahí apreciamos la oscuridad, las sombras, el montaje nuevamente, la gente que pasa apresurada al costado de ella, trucos visuales nos muestran su interior tormento, todos los detalles urbanos le recuerdan su crimen, siempre sin palabras; ciertamente aún se expresaba más el cineasta mudo, el cineasta sonoro apenas estaba incubándose. Notable filme, en el que aún Hitchcock sigue descubriendo su gran tópico, el suspenso, que se encuentra hábilmente diseminado a partir del asesinato, un filme en el que por cierto sí se ausentan otros temas vitales en el cine del británico. Así, si bien falta el triángulo amoroso, o el tema del falso culpable, sí que tenemos el tópico del asesinato, casi indivisible de toda la andadura cinematográfica de Hitch. Asimismo Hitch nos envuelve en cierto halo de voyerismo, cuando apreciemos solo parcialmente hechos cruciales, primero solo vemos las sombras de ellos en la pared forcejeando, luego esa cortina que nos separa de la acción, él tratando de ultrajarla, nos preguntamos exactamente qué está sucediendo. Después, la cámara nos muestra el detalle del cuchillo, haciendo ya bastante más fácil imaginar lo que pasa, y siendo casi obvio el resultado de la acción cuando vemos la mano del agresor salir de esa cortina, y colgar inanimada. Alguna suerte de divertimento técnico se permite Hitchcock, como ese travelling ascendente en el momento en que Alice y el artista suben por las escaleras, detalles reconocibles en la personalidad artística del director, al igual que el tibio erotismo que más de una vez exhibió, en esta oportunidad con la hermosa Ondra cambiándose de ropa en casa del artista. Naturalmente, también apreciaremos otros jamás ausentes recursos visuales del cineasta, como sus tradicionales superposiciones de imágenes, en distintos momentos de la cinta y con distinta intencionalidad. Pero lo cierto es que esos elementos no abundan en la cinta, como es natural, la suprema novedad del sonido parece haber acaparado toda la atención del director, y probablemente de todo su equipo de producción. Encontramos asimismo algún elemento inusual y atractivo, como un cierto halo teatral que se detecta en la importante secuencia en que Alice, Frank y Tracy hablan ya directamente de la situación, del chantaje y las posibilidades de a quién le creería la policía. En esos momentos, la composición de esas escenas transmite ese tibio tratamiento teatral, la distribución de los personajes en el encuadre transmiten esa sensación, positiva ciertamente. Imprescindible película para el amante del cine de Hitchcock, y del cine en general, su primer trabajo sonoro, una nueva era se aperturaba, Hitch tenía ya cierta madurez, dominaba ya los recursos, y desde ahora, con el dominio del sonido, alcanzaría las más altas cotas del cine, el genio tenía ya pista libre.






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