Histórica cinta, memorable
trabajo cinematográfico, el primer filme hablado del gigante cineasta Alfred
Hitchcock, y de acuerdo a una aseveración no del todo esclarecida, la primera
cinta hablada del cine británico. Una de las mayores revoluciones en la
historia del cine había llegado apenas un año antes con El Cantante de Jazz, muchos maestros realizadores estaban en la incertidumbre
al respecto, pero no fue este el caso de Hitch. Habiéndole encomendado los
estudios la tarea de introducir el sonido finalmente en una cinta, el maestro
del suspense hizo mucho más que un mero experimento. Como casi siempre, Hitch
adapta una obra literaria, en este caso la pieza teatral de Charles Bennett, en
la que ya continúa el cineasta encontrando en el suspenso a su mayor sello
distintivo como artista. La historia en sí es sencilla, una mujer, cuando está
siendo violentada por un artista, en defensa propia elimina a su agresor, y
asustada y temerosa de lo que ha hecho, se aleja del ambiente de lo ocurrido;
pero no sospecha que a su novio, policía, se le ha encomendado investigar el
caso, a la vez que un testigo de los hechos comienza a chantajearla. Aún con
las evidentes inseguridades y experimentos propios de un momento tan significativo
en la historia del séptimo arte, Hitchcock configura un filme atractivo, no
extraordinario, pero imprescindible para el amante de su cine, es su primera
película sonora.
La cinta se inicia con unos individuos,
son policías, que irrumpen en una casa y capturan a un sujeto,
que descansaba en cama, sin demasiada resistencia pese a tener un arma, lo arrestan. Luego, vemos a Alice
White (Anny Ondra), ella pasea con su novio, el detective Frank Webber (John
Longden), ellos van a comer algo, pero en el lugar al que acuden, aparece otro
personaje, un hombre (Cyril Ritchard), a quien ella inmediatamente hace una señal,
se deshace de su novio, y se reúne con el segundo sujeto afuera. Ella acepta ir
a la casa del hombre, que es un artista, y en medio de sus cuadros y de música
de piano, él la besa, intenta intimar con ella a la fuerza, y
Alice, por evitarlo, lo mata con un cuchillo. Acto seguido, ella se marcha de
la casa del artista, aterrada de lo que ha hecho, y al día siguiente, durante
las pericias policiales, Frank, a cargo del caso, encuentra uno de los guantes
de ella en la escena del crimen. Cuando Frank le dice a Alice que sabe lo
que pasó, y que piensa encubrirla, aparece Tracy (Donald Calthrop), es el sujeto
inicialmente arrestado, que fue testigo de lo sucedido, y que de inmediato deja
claras sus intenciones de chantajearlos. Tracy, controlando la situación, logra
hasta que Alice lo lleve a su casa a comer con su familia, la chantajea por lo
que sabe, pero Frank, sabedor del prontuario que tiene Tracy, no cede al
chantaje, y finalmente se dará solución a la apremiante circunstancia.
En el comienzo apreciamos una cámara
que denota cierto frenetismo, no excesivo, pero unos audaces movimientos de la
cámara otorgan esa moderada premura a la secuencia apertura, en la que asimismo
el trabajo de montaje hace lo propio para generar ese ambiente. A esto se suma algún
otro movimiento de la cámara y de zoom, en el cual se evidencia nuevamente el
dominio y soltura en el plano técnico que siempre tuvo el británico, mostrándola ágil, veloz, precisa, explorando detalles minuciosos como un espejo colgado
en una pared, su exactitud es notable. Resulta curioso que esa primera
secuencia haya sido completamente muda, vemos a los actores moviendo los labios,
pero no hay ningún audio de sus voces. El sello de Hitchcock se reconoce casi
de inmediato desde estas primeras secuencias, su lenguaje, sus recursos
narrativos, cuando veamos un cenicero, primero con un único cigarrillo
consumiéndose, luego repleto ya de varios cigarrillos, exponiendo el tiempo que
transcurre en esa tensa situación, el hombre detenido está siendo registrado en
los archivos policiales. Como siempre, desde sus inicios en el cine mudo, Hitch
fue aficionado y talentoso para narrar sin palabras, para narrar con imágenes,
no solo por el detalle del cenicero y posteriores muestras visuales, sino por
el comportamiento de la cámara. Se nota, como era obvio y natural, que eran los
primeros ejercicios sonoros de Hitch, y se evidencian en ese sentido las
inserciones de sonido, el director hasta cierto punto experimentaba, los
estudios British International Pictures le encomendaron a su chico prodigio,
Hitch, que entonces contaba 30 años, que llevara al cine inglés al nuevo mundo
del sonido. El maestro del suspenso lo hace, apreciándose, como era natural en
un momento tan crucial, ciertas descoordinaciones, pues el sonido, los audios
de las voces de los actores en ocasiones no están sincronizados con el
movimiento de sus labios, la inserción se nota un poco forzada. Asimismo los
sonidos diegéticos denotan cierta artificialidad en algunas escenas, cierta desprolijidad
en la edición, pero, otra vez, debemos considerar que es el maestro Hitchcock, que
realiza lo que es probablemente el primer experimento cinematográfico sonoro
inglés.
Entre las secuencias que grafican
ya el paso al sonido, tenemos el prolongado canto de un ave de fondo mientras ella
se cambia de ropa, al día siguiente del asesinato. Toda deficiencia -menor, por
cierto- queda en segundo plano, pues son momentos míticos, el maestro Hitchcock
por vez primera realizaba una cinta sonora, y el cine inglés mismo entraba ya a
otro estadío, siendo la hermosa Anny Ondra una de esas primeras voces en
escucharse, con su notorio acento de Europa del este. La actriz austrohúngara superó
ciertas inseguridades debido a ese acento suyo, para finalmente superar la
audición que Hitch hizo, y ganarse este papel. Luce hermosa la Ondra, en símil papel a la cinta inmediatamente
anterior del director, El hombre de la
isla de Man, del mismo año, 1929, con un comportamiento similar, risueña,
coqueta, con una inocencia que a la vez se combina con cierta malicia al
manipular a los hombres (deshaciéndose de su novio para acabar en la casa del
artista), una dualidad femenina característica de muchas féminas
hitchcockianas, y que colaboran a que muchos lo acusen de misógino. Ella se
vuelve centro indiscutible de las acciones, motor generador de todo, abundan los
primeros planos explorando su bello rostro, sus gestos, su inocencia y
banalidad al comienzo, su fragilidad y terror después con el chantaje, y la
Ondra pasa con nota más que aprobatoria el difícil examen. Es entendible que se
haya convertido en la primera musa rubia de Hitch, y tiene el gran privilegio
de haber clausurado la etapa silente del cineasta, con la cinta poco antes
citada, El hombre de la isla de Man,
para luego inaugurar la etapa sonora del gigante inglés; ciertamente meritorio,
privilegiado lugar el de la actriz austrohúngara. Conocido es el tema de que
esta cinta tiene dos versiones, una versión aún muda, y la otra sonora -en la
que se basa este articulo-, una costumbre extendida en el cine por esos años,
cuando los cineastas, y sobre todo los productores se encontraban escépticos respecto
a la llegada del sonido, se realizaban las dos versiones de cada cinta, para
poder prever o contrarrestar algún eventual fracaso de la versión sonora de un filme.
Este detalle sesga hasta cierto punto una apreciación integral de esta cinta, y
al no haber aún visionado yo la versión muda, me veo limitado a comentar sobre
la versión hablada.
En esta, la primera película sonora
de Alfred Hitchcock, aún los aciertos y su dominio de las técnicas cinematográficas
mudas superan a las bondades de su cine sonoro, es algo completamente normal,
natural, y entre estos aciertos tenemos la secuencia de ella, después del asesinato,
caminando maquinalmente por las calles. Ahí apreciamos la oscuridad, las
sombras, el montaje nuevamente, la gente que pasa apresurada al costado de
ella, trucos visuales nos muestran su interior tormento, todos los detalles urbanos
le recuerdan su crimen, siempre sin palabras; ciertamente aún se expresaba más
el cineasta mudo, el cineasta sonoro apenas estaba incubándose. Notable filme,
en el que aún Hitchcock sigue descubriendo su gran tópico, el suspenso, que se
encuentra hábilmente diseminado a partir del asesinato, un filme en el que por
cierto sí se ausentan otros temas vitales en el cine del británico. Así, si
bien falta el triángulo amoroso, o el tema del falso culpable, sí que tenemos
el tópico del asesinato, casi indivisible de toda la andadura cinematográfica de
Hitch. Asimismo Hitch nos envuelve en cierto halo de voyerismo, cuando
apreciemos solo parcialmente hechos cruciales, primero solo vemos las sombras
de ellos en la pared forcejeando, luego esa cortina que nos separa de la acción,
él tratando de ultrajarla, nos preguntamos exactamente qué está sucediendo. Después,
la cámara nos muestra el detalle del cuchillo, haciendo ya bastante más fácil
imaginar lo que pasa, y siendo casi obvio el resultado de la acción cuando
vemos la mano del agresor salir de esa cortina, y colgar inanimada. Alguna
suerte de divertimento técnico se permite Hitchcock, como ese travelling ascendente en
el momento en que Alice y el artista suben por las escaleras, detalles
reconocibles en la personalidad artística del director, al igual que el tibio
erotismo que más de una vez exhibió, en esta oportunidad con la hermosa Ondra cambiándose
de ropa en casa del artista. Naturalmente, también apreciaremos otros jamás
ausentes recursos visuales del cineasta, como sus tradicionales superposiciones
de imágenes, en distintos momentos de la cinta y con distinta intencionalidad. Pero
lo cierto es que esos elementos no abundan en la cinta, como es natural, la
suprema novedad del sonido parece haber acaparado toda la atención del
director, y probablemente de todo su equipo de producción. Encontramos asimismo
algún elemento inusual y atractivo, como un cierto halo teatral que se detecta
en la importante secuencia en que Alice, Frank y Tracy hablan ya directamente
de la situación, del chantaje y las posibilidades de a quién le creería la
policía. En esos momentos, la composición de esas escenas transmite ese tibio tratamiento
teatral, la distribución de los personajes en el encuadre transmiten esa sensación,
positiva ciertamente. Imprescindible película para el amante del cine de Hitchcock,
y del cine en general, su primer trabajo sonoro, una nueva era se aperturaba, Hitch
tenía ya cierta madurez, dominaba ya los recursos, y desde ahora, con el
dominio del sonido, alcanzaría las más altas cotas del cine, el genio tenía ya
pista libre.
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