lunes, 8 de febrero de 2016

Super 8 Stories (2001) - Emir Kusturica

Primer trabajo del siglo XXI, y del nuevo milenio, por parte del buen cineasta bosnio Emir Kusturica, si bien el trabajo, siendo un documental, guarde tantas distancias como cercanías con respecto a un largometraje convencional. Con la finisecular y formidable comedia Gato Negro, Gato Blanco (1998), había despedido el cineasta al Siglo XX y al segundo milenio, y tres años después materializa su siguiente filme, una suerte de documental sobre una de las que, junto al cine, está entre sus mayores pasiones: la música. Emir Kusturica es, a la vez que un extraordinario cineasta, un hombre de música, y, junto a su banda, la No Smoking Orchestra, es el protagonista de este trabajo, lo que se puede considerar un documental, un compilado de diversos aspectos y detalles de la banda que el director conforma, junto a su hermano. De ese modo, tenemos una cinta peculiar, dentro de una filmografía a su vez peculiar, la exigua filmografía del balcánico, en la que con tanta nitidez se plasman sentimientos acordes y afines a un norte, pero que tiene en el presente filme una excepción. Kusturica apertura el Siglo XXI con este documental, en el que él mismo y su banda registran audiovisualmente muchos de los momentos en que el grupo recorre diversos escenarios en sendos lugares del planeta, quedando de este modo imposibilitada la cinta de ser un filme propiamente que continúe con las progresiones cinematográficas del director, para ser más bien un diario o documental de su banda musical.

                


Los músicos que la integran serán lo que las primeras secuencias muestren, intercaladas con secuencias en blanco y negro de los años de infancia del propio bosnio. Es ese otro de los relatos que Kusturica inserta en su documental, intercala como se dijo imágenes de la banda, en diversos momentos de sus giras, con la paralela historia de los infantes creciendo. Entre las secuencias que registran hechos al margen de la banda, resaltan las imágenes en blanco y negro citadas, representando los años de infancia de Emir y su hermano, ambos miembros de la No Smoking Orchestra; pero otras imágenes también se apreciarán con ese tratamiento visual, marcando distancia y generando cierto hermetismo de esos instantes. Se mantiene dentro de lo posible el tratamiento de cercanía y sencillez con que retrata a su gente, a sus compatriotas, esto claro en los pocos segmentos de ese tipo. Nos habla el cineasta de su origen, de su hermano, de Pushkin, de Tito, y de porqué considera a Bosnia, Sarajevo, distinta a Bulgaria u otros países; en los primeros compases de la cinta, el director nos va indicando algunas de las principales aristas por las que considera que discurre tanto su contexto histórico, social y político, a la vez que su sentir artístico, con la presencia de Pushkin como luminaria. En ese aspecto, uno de los sentidos del filme es asimismo registrar la evolución de la extinta Yugoslavia, hasta convertirse en la actual Bosnia y demás países balcánicos. Si bien pocas, veremos secuencias que compendian ese trayecto histórico, veremos una suerte de collage audiovisual, resumiendo históricamente a la agonizante Yugoslavia, referenciándose al Mariscal Tito, al comunismo indivisible de esas tierras y del gobernante; se aprecia pues una suerte de breve compendio histórico.







Sin embargo, la cinta es más bien una colección, una colección de entrevistas a los músicos, de momentos de backstage, de momentos en su intimidad tras bastidores, se siente más bien un producto comercial, como el material que ciertos DVDs traen, con abundante información extraoficial, material no demasiado público, que hacen el delirio de los seguidores del respectivo artista. Es en efecto la cinta, salvo algunos pocos segmentos, más que un documental con norte cinematográficos, un compendio estilo DVD de las giras musicales de la banda, una agrupación musical que el cineasta ha llevado a pasearse por el mundo entero. Entonces registra conversaciones, discusiones, alguna eventual pelea, trivialidades y anécdotas diversas, resaltando entre ellas uno de los miembros de la banda dislocándose un hombro en plena performance en vivo.  Pero el filme no se percibe como mucho más que eso, es como si el trabajo no terminara de despegar más que como casi un diario audiovisual, una versión de documental de su banda, con algunos esbozos artísticos adicionales. Se concreta pues cierto debate, conocido debate sobre qué lugar debe ocupar exactamente el documental, si un género cinematográfico como los demás (western, ciencia ficción, comedia), o si es algo subordinado incluso al propio cine. Pero no entrando de lleno a ese debate, que se siente ciertamente como harina de otro costal, vemos a una cinta que como unidad artística, como ladrillo de una construcción, no aporta mucho, casi nada, a la filmografía y al crecimiento artístico del cineasta.









Sin duda es un trabajo que rompe con la progresión, con el crecimiento sostenido que se había generado en sus creaciones hasta antes de Underground; y es que tras la cinta última citada, vinieron un par de peripecias, una televisiva y la otra un cortometraje, para luego ver la luz Gato Negro, Gato Blanco, una de las creaciones mayores de Kusturica. Pero con el presente trabajo se marca una novedad, es el primer documental del bosnio, y rompe pues la progresión observada, es algo al margen de sus creaciones hermanas, quizás influenciado por las constantes acusaciones y acosos políticos de que su obra era objeto más y más. Hasta cierto punto lamentable, pues tras alcanzar las cúspides de su capacidad creadora como cineasta con obras de la talla de las cintas recién citadas, Emir pareciese declinar en su normal desarrollo; y es que desde entonces, y con la excepción de la inmediatamente posterior La vida es un milagro (2004), no ha producido Kusturica otro de esos poderosos elementos, esas severas construcciones cinematográficas que son sus cintas. Más de una década de silencio, demasiado tiempo para un narrador de la potencia y temperamento del balcánico. A ese respecto justamente, entre las miniseries y algún segmento hecho para un trabajo no plenamente suyo, Kusturica produce su otro documental, Maradona de Kusturica, nuevamente homenajeando a su otra pasión suya, el fútbol, y a uno de sus mayores íconos, Maradona. Tras su particular trayecto artístico, tras su particular andadura como creador, Kusturica pareciese dejar de lado las preocupaciones puramente artísticas para homenajear y rendir tributo a sus pasiones, la música y el fútbol.








Obviamente, reconoceremos durante la cinta más de una reminiscencia y eco de trabajos anteriores del director, más de una tonada familiar, algún tema que el seguidor de los filmes del bosnio sin problema reconocerá prontamente. Es así que más de una de las canciones que interpreta la banda en vivo evocará a la respectiva película en que se la ha utilizado, pudiendo sentir fluir las cintas a través del documental, con sus ritmos, sus tonos, los instrumentos típicos, además claro de la naturaleza o alma de la música. Apreciaremos la pasión por la música del cineasta fluir a través de la amalgama de blues, folk, rock and roll, rumba, violines, acordeones, entre otros muchos elementos, pues si bien cine y música son artes distintas, un conocedor del cine de Kusturica debe hacerse una idea de la música que éste crearía. Queda patente en los testimonios de uno de los miembros de la banda el orgullo gitano por su música, otro de los músicos asimismo reniega de ver en su tierra a lo que considera unos impostores escuchando reggae, considera son ritmos ajenos, y que ellos, gitanos, tienen su propio blues con su música romaní. Como se dijo, si queremos seguir la obsesión de etiquetar películas, la cinta podría formar parte del  documental, un género que no se caracteriza por sus excesivos aportes estéticos, no a priori,  por lo que no podremos seguir presenciando los progresos del buen balcánico como hacedor de cine. Salvo los mencionados planos secuencia de exteriores y su juventud, plasmados en blanco y negro, la cinta no configura mucho más que un documental sobre la banda musical de uno de los mayores cineastas contemporáneos, que lamentablemente los últimos lustros parecen indicar ha de dejado de lado ese talento suyo tan innegable y reconocido.





No hay comentarios:

Publicar un comentario