lunes, 29 de febrero de 2016

Maradona de Kusturica (2008) - Emir Kusturica

Segundo documental que rueda el bosnio Emir Kusturica, tras Super 8 Stories, realizado en el 2001, y en el que el cineasta rindiera tributo a la banda que él mismo lidera y lleva por todo el mundo esparciendo su música de raíces gitanas. Para esta oportunidad, y como evidencia el título del trabajo, el director homenajeará a uno de sus mayores ídolos, siendo conocida su ferviente pasión por el fútbol: Diego Armando Maradona. Kusturica ya había producido anteriormente la hermosa La vida es un milagro (2004), la muy irregular e incomprensible Prométeme (2007), y un año inmediatamente después de esta última cinta citada, produce el director este documental, en el que se regodea compartiendo momentos, documentando la vida de uno de los mayores astros del balompié. Goza Emir plasmando las impresiones y recuerdos del “Pelusa”, su inicio desde los más humildes momentos de su niñez, su ascenso y paso por diversos clubes de fútbol, el Boca Juniors argentino, el Nápoles italiano, Barcelona español, y por supuesto, sus históricos e imperecederos goles históricos a Inglaterra con la camiseta nacional de Argentina. Asimismo recopilará comentarios del astro futbolístico, recogiendo pareceres y lamentos, su incursión en televisión, por supuesto el escándalo de la drogadicción, entre otras cosas. Conteniendo el estilo documental con que el bosnio ya había asomado en el previo documental líneas arriba citado, es un agradable bosquejo el que construye el balcánico de uno de los mayores íconos de la cultura moderna.

               


Curiosamente, ese comentado estilo en documental queda plasmado cuando desde el comienzo veamos a la banda del bosnio en concierto, y a Kusturica presentado como el Maradona del cine, y más de algún segmento se sentirá asimismo impregnado de similar atmósfera a ese debut documental, la parafernalia desplegada al documentar es bastante similar, algo por cierto muy natural. En ese sentido, algo de su particular estilo irreverente, de ese singular humor suyo se manifiesta, y quizás estuvieron un poco de más ciertas animaciones, caricaturescas representaciones a modo de mofa a la realeza británica, al entonces gobernante yanqui Bush, entre otras personalidades; es un elemento que otorga cierto aire bufonesco al documental, pero es algo que conociendo el estilo de Kusturica y lo proclive que es a los excesos, además de su particular humor, y lógicamente la obvia naturaleza y directriz del presente trabajo, se aprecia más bien como algo moderado. Observaremos una atractiva retrospectiva a toda la vida del conocido “Pelusa”, obviamente una antología de sus mejores proezas en el campo de fútbol, la ineludible temática de la adicción a las drogas, y también su incursión televisiva en el programa “La noche del diez”. Las imágenes de archivo en blanco y negro van documentando los inicios de Maradona, cuando era un niño pequeño ya dándole toques al balón, mostrando su habilidad y vaticinando sus futuras glorias.







Veremos sus inicios en Fiorito, por supuesto una compilación visual de sus más brillantes goles en Argentina, Italia, España, y numerosas repeticiones de cuando tocó el cielo con las manos en el Mundial de México 86, los indelebles goles a Inglaterra, la mano de Dios y desde luego el gol del Siglo, repetido en tantas ocasiones como un gol de ese calibre merece. Se documenta asimismo, al ser rodado el documental en 2005, el momento en que Maradona vuelve a Nápoles, y evidentemente la pasión que genera es desbordante, una ciudad, un club de fútbol, donde es una leyenda viviente. Se desplaza también Maradona hasta Belgrado, el estadio del club Estrella Roja, club de la extinta Yugoslavia, histórico campeón de la Liga de Campeones, un estadio donde Diego jugó algún partido, y recrea memorables goles ahí. Kusturica, tan admirador del fútbol como todos sus seguidores sabemos, tiene el honor de intercambiar toques y cabezazos al balón con el mismísimo Diego Armando Maradona, todo un disfrute y placer para el gigante cineasta balcánico. Kusturica incluso comenta que Maradona habló con su enferma madre, mujer que murió al día siguiente; Maradona fue su último amigo en hablar con ella, dice el bosnio. Emir a su vez va a Buenos Aires, visita bares y burdeles, y registra a su vez los excesos de los argentinos con la iglesia de Maradona, donde incluso observaremos a una pareja contrayendo nupcias, mientras juran lealtad eterna a los lineamientos de esa, si se puede llamar, iglesia y religión; vemos el extremo hasta el cual se adora, se idolatra y deifica “el Diego” en su tierra, una adoración que parece no conocer límites.







En efecto es el Pelusa más que una celebridad, cambiando Kusturica su usual posición, siendo él mismo toda una personalidad en su mundo, el mundo del cine, frente a Maradona queda como un paparazzi más. Y es que pese al buen rollo entre ambos, eso no evita que veamos una secuencia de Emir esperando al astro afuera de su casa, y obteniendo un desaire, pues Diego simplemente no se encuentra de humor. Empero, se nota que el autor del filme siente genuina admiración por el sujeto que es objeto del documental; Kusturica, viniendo de una tierra violenta e históricamente muy turbulenta política y militarmente, pareciese encontrar cierta afinidad en el espíritu revolucionario del Pelusa, y se vence el tremendo escollo de la diferencio idiomática con una traductora leal del bosnio. Mientras Maradona habla del conflicto de las Malvinas entre su nación e Inglaterra, Kusturica interrumpe la narración visual para insertar imágenes bélicas, probablemente para reforzar esas palabras del ex futbolista. Todos los personajes diversos de su entorno aparecen, Evo Morales, Hugo Chávez, Fidel Castro, y claro Diego desde el comienzo, aseverando que George Bush es una basura, lamentándose del tiempo perdido con sus hijas debido a la droga, de todo lo que perdió por su adicción a la cocaína. Y eso es algo positivo para el filme, al haber empatía, al conversar directamente con la ex estrella mundial, se genera una cercanía que beneficia el documental, al hablar Maradona de su dolor, de su drama, de su historia. No deja de llamar la atención que el último largometraje en casi una década de Kusturica, y es que, pese a ser éste un documental aceptable y digerible, Prométeme fue un extraño desvarío del balcánico, y es ese su último filme hasta el momento. Manu Chao cierra la cinta cantando La vida es una tómbola al ex astro del fútbol, se cierra un trabajo decente, pero se sigue extrañado lo prolífico y genial que Kusturica ha sabido ser en lustros pasados.







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