Primer trabajo del siglo XXI, y
del nuevo milenio, por parte del buen cineasta bosnio Emir Kusturica, si bien
el trabajo, siendo un documental, guarde tantas distancias como cercanías con
respecto a un largometraje convencional. Con la finisecular y formidable
comedia Gato Negro, Gato Blanco (1998),
había despedido el cineasta al Siglo XX y al segundo milenio, y tres años
después materializa su siguiente filme, una suerte de documental sobre una de
las que, junto al cine, está entre sus mayores pasiones: la música. Emir
Kusturica es, a la vez que un extraordinario cineasta, un hombre de música, y,
junto a su banda, la No Smoking Orchestra, es el protagonista de este trabajo,
lo que se puede considerar un documental, un compilado de diversos aspectos y
detalles de la banda que el director conforma, junto a su hermano. De ese modo,
tenemos una cinta peculiar, dentro de una filmografía a su vez peculiar, la
exigua filmografía del balcánico, en la que con tanta nitidez se plasman
sentimientos acordes y afines a un norte, pero que tiene en el presente filme
una excepción. Kusturica apertura el Siglo XXI con este documental, en el que
él mismo y su banda registran audiovisualmente muchos de los momentos en que el
grupo recorre diversos escenarios en sendos lugares del planeta, quedando de
este modo imposibilitada la cinta de ser un filme propiamente que continúe con
las progresiones cinematográficas del director, para ser más bien un diario o
documental de su banda musical.
Los músicos que la integran serán
lo que las primeras secuencias muestren, intercaladas con secuencias en blanco
y negro de los años de infancia del propio bosnio. Es ese otro de los relatos
que Kusturica inserta en su documental, intercala como se dijo imágenes de la
banda, en diversos momentos de sus giras, con la paralela historia de los
infantes creciendo. Entre las secuencias que registran hechos al margen de la
banda, resaltan las imágenes en blanco y negro citadas, representando los años
de infancia de Emir y su hermano, ambos miembros de la No Smoking Orchestra;
pero otras imágenes también se apreciarán con ese tratamiento visual, marcando
distancia y generando cierto hermetismo de esos instantes. Se mantiene dentro
de lo posible el tratamiento de cercanía y sencillez con que retrata a su
gente, a sus compatriotas, esto claro en los pocos segmentos de ese tipo. Nos
habla el cineasta de su origen, de su hermano, de Pushkin, de Tito, y de porqué
considera a Bosnia, Sarajevo, distinta a Bulgaria u otros países; en los
primeros compases de la cinta, el director nos va indicando algunas de las
principales aristas por las que considera que discurre tanto su contexto
histórico, social y político, a la vez que su sentir artístico, con la
presencia de Pushkin como luminaria. En ese aspecto, uno de los sentidos del
filme es asimismo registrar la evolución de la extinta Yugoslavia, hasta
convertirse en la actual Bosnia y demás países balcánicos. Si bien pocas,
veremos secuencias que compendian ese trayecto histórico, veremos una suerte de
collage audiovisual, resumiendo históricamente a la agonizante Yugoslavia, referenciándose
al Mariscal Tito, al comunismo indivisible de esas tierras y del gobernante; se
aprecia pues una suerte de breve compendio histórico.
Sin embargo, la cinta es más bien
una colección, una colección de entrevistas a los músicos, de momentos de
backstage, de momentos en su intimidad tras bastidores, se siente más bien un
producto comercial, como el material que ciertos DVDs traen, con abundante
información extraoficial, material no demasiado público, que hacen el delirio
de los seguidores del respectivo artista. Es en efecto la cinta, salvo algunos
pocos segmentos, más que un documental con norte cinematográficos, un compendio
estilo DVD de las giras musicales de la banda, una agrupación musical que el
cineasta ha llevado a pasearse por el mundo entero. Entonces registra
conversaciones, discusiones, alguna eventual pelea, trivialidades y anécdotas
diversas, resaltando entre ellas uno de los miembros de la banda dislocándose
un hombro en plena performance en vivo.
Pero el filme no se percibe como mucho más que eso, es como si el
trabajo no terminara de despegar más que como casi un diario audiovisual, una
versión de documental de su banda, con algunos esbozos artísticos adicionales.
Se concreta pues cierto debate, conocido debate sobre qué lugar debe ocupar
exactamente el documental, si un género cinematográfico como los demás
(western, ciencia ficción, comedia), o si es algo subordinado incluso al propio
cine. Pero no entrando de lleno a ese debate, que se siente ciertamente como
harina de otro costal, vemos a una cinta que como unidad artística, como
ladrillo de una construcción, no aporta mucho, casi nada, a la filmografía y al
crecimiento artístico del cineasta.
Sin duda es un trabajo que rompe
con la progresión, con el crecimiento sostenido que se había generado en sus
creaciones hasta antes de Underground;
y es que tras la cinta última citada, vinieron un par de peripecias, una
televisiva y la otra un cortometraje, para luego ver la luz Gato Negro, Gato Blanco, una de las
creaciones mayores de Kusturica. Pero con el presente trabajo se marca una
novedad, es el primer documental del bosnio, y rompe pues la progresión
observada, es algo al margen de sus creaciones hermanas, quizás influenciado
por las constantes acusaciones y acosos políticos de que su obra era objeto más
y más. Hasta cierto punto lamentable, pues tras alcanzar las cúspides de su
capacidad creadora como cineasta con obras de la talla de las cintas recién
citadas, Emir pareciese declinar en su normal desarrollo; y es que desde entonces,
y con la excepción de la inmediatamente posterior La vida es un milagro (2004), no ha producido Kusturica otro de
esos poderosos elementos, esas severas construcciones cinematográficas que son
sus cintas. Más de una década de silencio, demasiado tiempo para un narrador de
la potencia y temperamento del balcánico. A ese respecto justamente, entre las
miniseries y algún segmento hecho para un trabajo no plenamente suyo, Kusturica
produce su otro documental, Maradona de
Kusturica, nuevamente homenajeando a su otra pasión suya, el fútbol, y a
uno de sus mayores íconos, Maradona. Tras su particular trayecto artístico,
tras su particular andadura como creador, Kusturica pareciese dejar de lado las
preocupaciones puramente artísticas para homenajear y rendir tributo a sus
pasiones, la música y el fútbol.
Obviamente, reconoceremos durante
la cinta más de una reminiscencia y eco de trabajos anteriores del director,
más de una tonada familiar, algún tema que el seguidor de los filmes del bosnio
sin problema reconocerá prontamente. Es así que más de una de las canciones que
interpreta la banda en vivo evocará a la respectiva película en que se la ha
utilizado, pudiendo sentir fluir las cintas a través del documental, con sus
ritmos, sus tonos, los instrumentos típicos, además claro de la naturaleza o
alma de la música. Apreciaremos la pasión por la música del cineasta fluir a
través de la amalgama de blues, folk, rock and roll, rumba, violines,
acordeones, entre otros muchos elementos, pues si bien cine y música son artes
distintas, un conocedor del cine de Kusturica debe hacerse una idea de la
música que éste crearía. Queda patente en los testimonios de uno de los
miembros de la banda el orgullo gitano por su música, otro de los músicos
asimismo reniega de ver en su tierra a lo que considera unos impostores
escuchando reggae, considera son ritmos ajenos, y que ellos, gitanos, tienen su
propio blues con su música romaní. Como se dijo, si queremos seguir la obsesión
de etiquetar películas, la cinta podría formar parte del documental, un género que no se caracteriza
por sus excesivos aportes estéticos, no a
priori, por lo que no podremos
seguir presenciando los progresos del buen balcánico como hacedor de cine.
Salvo los mencionados planos secuencia de exteriores y su juventud, plasmados
en blanco y negro, la cinta no configura mucho más que un documental sobre la
banda musical de uno de los mayores cineastas contemporáneos, que
lamentablemente los últimos lustros parecen indicar ha de dejado de lado ese
talento suyo tan innegable y reconocido.
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