sábado, 10 de febrero de 2018

La joven (1960) - Luis Buñuel

Buñuel, al iniciarse la década de los 60 se iba acercando cada vez más a su retorno a tierras europeas, el estadío mexicano del director va llegando a su fin, los llamados filmes alimenticios se van acabando, los atípicos ejercicios fílmicos dejarán de sucederse, el genio de Calanda estaba a punto de explotar en toda su dimensión. En esta apreciable cinta, Buñuel vuelve a trabajar con actores de habla inglesa, y es que se volvió a asociar con el guionista Hugo Butler y el productor George Pepper, con quienes ya había materializado Robinson Crusoe (1954), y, como tantas otras veces, adapta el director una obra literaria, un cuento corto de Peter Matthiessen, "Travellin' Man",  El Viajero. Es la historia de un hombre negro, que escapa de una acusación de violación a una mujer blanca, se refugia en una isla, donde conocerá a un hombre blanco, que cuida de una jovencita, a quien desea y ultraja; los tres vivirán singular e impensada situación, enfrentándose a problemas como el racismo, pero pudiendo al fin coexistir, mientras llegan otras personas a la isla. Muy interesante trabajo de Buñuel, el propio cineasta hablaba de lo mucho que este filme portaba sus temas principales, pero añadiéndosele ahora algunos temas muy novedosos, acorde a la industria de los individuos involucrados en la materialización de esta singular película del gran maestro ibérico.

                      


La acción comienza con un bote, un hombre negro llega a una isla, escapa una persecución en su contra; en la isla vive Miller (Zachary Scott), con la adolescente Evalyn (Key Meersman). En su cabaña, muere el tercer habitante, tutor de ella, reciben la visita de Jackson (Crahan Denton), y mientras entierran al muerto, en los alrededores está el prófugo, Traver (Bernie Hamilton), observando. Traver, en un momento, se acerca y conoce a Evalyn, que lo lleva a la cabaña, da alimento y hasta un arma; él le da algo de dinero. Intenta irse Traver, pero su bote se agravia, a la mañana siguiente, Evalyn confiesa a Miller lo sucedido, éste encuentra al prófugo, intenta liquidarlo, sin éxito. Traver, con escopetas, se hace con el mando de la situación, los tres terminan viviendo juntos por un momento de manera razonable, pero siempre con Miller manteniéndose despectivo y alerta con el visitante; en un momento, desvirga a Evalyn. Jackson regresa, ahora con el reverendo Fleetwood (Claudio Brook), y una vez todos enterados de que se busca a un negro por presunta violación, hay mucha tensión; solo el reverendo cree en la inocencia de Traver, pero el grupo desea hacer lo que consideran justo, castigarlo. Miller reconoce que ultrajó a Evalyn, ella ayuda a escapar al negro, y finalmente, pese a un ataque de Jackson, todos se van, quedándose solamente Miller en la isla. 






En el proemio del filme la tradicional economía narrativa de Buñuel no tarda en manifestarse, cuando de inmediato veamos al prófugo hombre negro, e igual de rápido veremos el flashback de su cabeza en el que se va sabiendo que él escapa, no hay duda, huye de algo, no sabemos a ciencia cierta de qué, o porqué, pero escapa y llega a esa isla. Asimismo, la presentación de Evalyn es elocuente, sus primeras imágenes la muestran desarreglada, despeinada, rostro cubierto, casi nada llamativo; pero la siguiente imagen ya será de ella con el rostro descubierto, ya arreglada, la cámara se acerca para aterrizar casi en un primer plano de su terso y joven rostro, que denota lo que es, una jovencita que se está haciendo ya mujer. Pronto su carnalidad invade la pantalla, con su contorneada y desnuda pierna que nos da un poderoso recordatorio de que es el maestro Buñuel quien está detrás de todo, el maestro y su perenne debilidad por el erotismo femenino.  Buñuel se solaza, como tantas veces, la sexualidad fluye a través de la joven fémina, vemos su parcial desnudez en la ducha, plenamente identificable detalle del incorregible genio español. Es una niña mujer, mentalmente aún una niña, pero sexualmente ya madura, ella es el motor y meollo del filme, despertando la lujuria, al punto que el blanco la viola, reforzando el carácter del filme, en el que no hay ni buenos ni malos absolutos. El negro, injustamente acusado de violación, es despreciado por el blanco, que irónicamente es quien ha terminado por cometer ese ultraje. Y es vital  la manera en que presenta a los personajes, es notable, con Miller, tras unas actitudes bruscas con Evalyn, toca la guitarra en una secuencia serena y sin palabras; curiosamente, tenemos a Traver, que a su vez toca el clarinete, singular paralelo entre los personajes. Ambos son músicos, ambos estuvieron en el ejército, curiosas similitudes con las que se plasma lo que director asevera con razón, el filme no aterriza en un puro maniqueísmo, sus personajes no terminan de estar completamente “alineados”, no son ni completamente buenos, ni completamente malos, ni blancos buenos ni negros malos, ni viceversa.








Ciertamente no son antagonistas absolutos, en el final Miller ayuda a un renqueante Traver a irse en el bote, inclusive no es Miller, sino Jackson quien intenta matar al disminuido negro herido. No parcializamos, es una variedad del característico personaje buñueliano, debatiéndose entre dos bandos o pensamientos, y en esta caso sin terminar de ser seres ni completamente despreciables o condenables, ni completamente buenos. Buñuel pensaba que esa falta de maniqueísmo, esa relativa ambivalencia, fue una de las razones para el pobre resultado de la cinta tras su estreno, quizás los espectadores se hayan sentido confundidos al no tener una figura en la historia con la que parcializarse o identificarse plenamente. Sin embargo, como el mismo cineasta dijera, la cinta tiene mucho de él, y es cierto, pues tras realizar La fiebre sube a El Pao (1959), uno de los filmes menos reconocibles del director, vuelve ahora con fuerza a plasmar sus viejas e infaltables directrices fílmicas. Nos deleitará otra vez con sus figuras, sus obsesiones, sus tópicos, pero contando ahora con una novedad, es completamente novedosa la inclusión del tema del racismo -se trata de un tema completamente inédito para el director-, casi inevitable en el Hollywood de esos años, de donde provenían guionista y productor, Hugo Butler y George Pepper, ambos escapando de aquella industria, incluso usando nombres modificados para eludir la persecución que en aquellos años se estaba dando en tierras yanquis en el ámbito cinematográfico. Es así que se configura la singular mixtura que es la cinta, pues no es, para nada, un filme alimenticio, como tan comúnmente se les llama los trabajos mexicanos de Buñuel, se sienten muchos de los nortes infaltables del director, pero con la gran novedad del tema racista, el cual por cierto Buñuel no se plantear resolver, pues no juzga ni pretende que juzguemos a los protagonistas. De esta manera luce nuevamente el cineasta su bestiario, la tarántula, que regresa desde Susana (1951), las abejas, (el entomólogo que lleva Buñuel dentro se asoma), un conejo; el elemento animal, tan ligado al cine buñueliano a lo largo de sus obras, vuelve a fluir con vigor. Por supuesto, el elemento animal por excelencia de Buñuel, la gallina, aparecerá tras cierto periodo de ausencia, un grupo de gallinas se muestra, añadiéndose a la colección ahora un mapache, que ultima a una de las aves.








Otro detalle buñueliano también fluirá, los pies, los pies del cadáver del tercer habitante de la cabaña, algo similar a lo que vimos en Nazarín (1959), breves pero patentes detalles, que para el conocedor de la obra del director son indicadores reconocibles del autor. Se solaza asimismo en los pies de ella, más de una vez; sí, rebosan sus detalles, obsesiones, pies, bestiario, sexualidad, hasta algo de religión. El reverendo bautiza a Evalyn, en un ritual que termina siendo burlesco, vuelve también la particular lupa de Buñuel para retratar la religión. Un agradable elemento narrativo del realizador viene a ser su cámara, y su desenvolvimiento, con soltura muy disfrutable recorre los exteriores donde todo sucede, pero también interiores en otras ocasiones. La cámara se mueve con precisión, asimismo con soltura, con movilidad y sobriedad de una cámara que casi no se queda quieta durante el metraje, dotando de dinamismo y correcto seguimiento de las acciones a la narración visual. Es muy apreciable de ver, con sus sutiles pero determinados movimientos recorre los bien constituidos encuadres, generando limpias imágenes del páramo, de los áridos exteriores de la isla mexicana, en los que las plantas, ramas, árboles, terminan por constituir un hermoso marco natural para las secuencias visualmente mejor logradas. El trabajo de fotografía asimismo es notable, con las limpias y contrastantes imágenes plasmadas, donde las luces y sombras se juntan concretar atractivos y potentes fotogramas. Empieza a prefigurarse algo que veríamos después ya más pulido en su cine, la jovencita que se hace mujer y despierta libídine masculina, como veríamos en la inmediatamente posterior Viridiana (1961). Buñuel sabe que se va acercando el momento del cambio, su etapa mexicana llega al ocaso, y a estas alturas de su vida, va ya terminando de apuntalar las directrices principales que serán la forma definitiva de su cine, Buñuel va recuperando sensaciones, en su segundo trabajo en habla inglesa. En el filme se genera un peculiar micro universo, que es buñueliano, pues en el texto original únicamente son dos personajes, el negro prófugo y un cazador casi no identificado que lo rastrea; aquí, agregamos por supuesto a la carnal Evalyn, a Jackson y al reverendo, representando la religión, otro tema ineludible para el director. Cierta controversia debió de despertar la cinta al plantearse, aunque sea con tibieza, la simpatía, o atracción que siente la niña, la blanca, hacia el hombre de color, una actriz que por cierto no era profesional, y que alguna dificultad le generó al director en el rodaje. Estamos ante una cinta muy apreciable, con la que el cineasta se reencuentra con tópicos que se habían quedado un poco de lado en sus entonces más recientes películas, vuelve a sentirse un filme muy buñueliano, que no alcanza la maestría de sus más elevadas cumbres cinematográficas -ya no muy lejanas a producirse-, pero es una cinta con la que el conocedor y apreciador del cine del español disfritará.







1 comentario:

  1. Excelente sitio, grandes escritores, directores, protagonistas y artistas, excelentes películas y mi Luis Buñuel gran cineasta de todos los tiempos.,

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