Cuando hablamos de filmes rodados
en tierras mexicanas dirigidas por Luis Buñuel, generalmente nos referimos a
obras atípicas, a cintas singulares, rarezas si se quiere dentro de la
filmografía del gigante director aragonés. Sin embargo, pocas veces esa
aseveración, un filme mexicano atípico obra de Buñuel, fue tan verídica, tan
cierta en la práctica, pocas veces fue, con todas sus letras, una película muy
singular dentro de las creaciones buñuelianas. Adapta Buñuel otra vez una obra
literaria, de autoría de Guy de Maupassant, y prescinde nuevamente de quienes
fueran en repetidas ocasiones sus colaboradores como guionistas, los esposos
Alcoriza, y sería Jaime Salvador el encargado de adaptar el relato literario al
lenguaje cinematográfico del guión. Buñuel pues, fija su atención en esta
oportunidad en una historia muy extraña viniendo de él, el drama de una mujer,
una mujer que se ha casado con un hombre mayor, que tiene un hijo con él, y ese
vástago, al hacer una travesura un día, propicia que su madre se conozca con un
ingeniero, bastante más joven que el marido de ella; ese ingeniero se convierte
en amante de la mujer, y estando a punto de fugarse los amantes, todo se cancela
por enfermedad del esposo, pero esa unión clandestina traerá más de una
sorpresa en el futuro, alterando la armonía familiar. Pese a la pobre opinión
del director sobre esta cinta, es una muy interesante pieza de arte
cinematográfico.
La historia inicia en una tienda
de antigüedades, propiedad de los esposos Rosario (Rosario Granados) y Don
Carlos Montero (Julio Villarreal); tienen un hijo, Carlitos, que cuando un día
se fuga de casa, es encontrado por el ingeniero Julio Mistral (Tito Junco), quien
lo lleva de regreso a casa, se hace amigo de los esposos, y pronto comienzan a
frecuentar, no tardando en nacer un idilio entre la insatisfecha Rosario y el
ingeniero. La pareja se ve a escondidas, y el ingeniero no puede más, le pide a
Rosario que se fuguen juntos, con su hijo, y ella accede, pero estando ya a
punto de partir, el viejo anticuario cae muy enfermo, cerca a la muerte, y
Rosario primero pospone todo, por pena y miedo, pero luego lo cancela
definitivamente, rompiendo finalmente vínculos con el decepcionado ingeniero,
que se va. El tiempo pasa rápidamente, el infante ha crecido, ahora es el
respetado y recién recibido Doctor Carlos Montero (Joaquín Cordero), y tiene un
hermano menor, también doctor, Miguel (Xavier Loyá). Sorpresivamente, un día
reciben la noticia de que el ingeniero Mistral ha muerto, y que deja cuantiosa
herencia nada menos que a Miguel; éste se casa con Luisa (Elda Peralta), a
quien Carlos admiraba sentimentalmente, y muere poco después el padre, ante lo
cual sale a la luz la verdad, Miguel es en realidad hijo del ingeniero. La insostenible
situación trae dolorosos momentos a hermanos y madre, que deben lidiar con
ello.
Como el título ya nos va
indicando, es Rosario el centro de todo en la película, el meollo de las
acciones a suceder, el lenguaje de la cámara lo certifica, cuando al comienzo,
al ser Carlitos castigado por el supuesto robo que ha realizado, un plano medio
nos la encuadre, nos la muestra en el centro total de ese plano, para luego
retroceder ligeramente la cámara. En algunas oportunidades posteriores la
cámara volverá a encuadrar a Rosario, convirtiéndola en centro del plano, y por
supuesto del filme, dentro de un despliegue de cámara más bien tímido, frugal,
un comportamiento acorde a la tónica general del filme, la que es muy
probablemente la cinta, técnicamente hablando, más convencional del director,
la que menos rompe la linealidad, técnica y también narrativamente hablando. La
rareza de la cinta dentro del universo del aragonés se manifiesta asimismo de
inmediato, y termina de plasmarse conforme avanza el filme, pues al fin sucede
algo impensable, hay tópicos buñuelianos ausentes en la obra, empezando por la
casi siempre sempiterna carga sexual, carga erótica en sus cintas. En esta
oportunidad no hay una libídine incontrolable e irrefrenable, dejando lugar ese
tópico ahora al profundo drama femenino, la situación de la insatisfacción
mujeril. Tras los veinte primeros minutos del metraje, lo más saltante viene a
ser una hermosa fotografía, agradables encuadres y juego de luces,
contrastándose las sombras con zonas luminosas en algunos planos; en efecto,
aseveraciones de ese tipo, aseveraciones que se mantendrán durante toda la
cinta, convierten a esta película en una auténtica rareza dentro de la creación
del español. Empero, una de las causas de la solidez el filme, es la calidad de
la novela en la que se basa, historia que se siente cercana a la realidad, con
más de un giro inesperado que ayuda de forma muy eficiente a mantener el
interés en lo que se presencia, una historia bien tejida, y bien adaptada en el
guión. Uno de los pocos, escasos, y tibios simbolismos del filme, por más obvio
que sea, viene a ser el negocio del viejo engañado, una tienda de antigüedades,
que es como un reflejo del viejo anticuario, gastado, anticuado y vulgar, que
jamás despertó genuino amor en su joven y hermosa esposa, la víctima de la
situación que le tocó vivir, ella es un nuevo tipo de mujer en el universo
cinematográfico de Buñuel.
En esta muy interesante película buñueliana,
se abre una inédita y no continuada bifurcación en la trayectoria
cinematográfica del realizador ibérico, pues hay una doble revolución, tanto
desde el tratamiento técnico otorgado a la obra, como por los tópicos mismos
que en ella se plasman, una doble novedad, una doble situación atípica en
Buñuel, que a más de un entendido en su cine sorprenderá ciertamente. Y es que
resulta imposible que deje de sorprender esta cinta, con una escisión tan
clara, brutal incluso, de los tópicos indivisibles de toda la vida de la obra
buñueliana, es sin duda una de las cintas más distintas de toda la producción
del aragonés, y quizás sea en efecto la más diferente, la más llamativa, su
obra más diferente, y en consecuencia, una de las más interesantes. Existe el
pensamiento de que para conocer a un artista, para conocer los más íntimos
recovecos de su creación, de su élan creador, y quizás los más importantes, no
es precisamente indispensable mirar a sus más altas cimas artísticas, a las
cúspides del artista como creador, sino más bien sus obras atípicas, las
consideradas irregulares dentro de lo uniforme. Esas cintas, de hecho, pueden
enseñarnos más sobre su autor que las obras consensualmente celebradas y
premiadas, y desde esta perspectiva, este filme es una auténtica joya para
apreciar y conocer mejor el cine buñueliano, conocerlo desde otro enfoque. Es
desde luego interesante claro, que los temas y nortes, las directrices de
siempre en el cine del gigante español, desparezcan prácticamente por completo
para dar paso a nuevos elementos, en buena medida inéditos en lo previamente
apreciado del director. Ahora los temas centrales serán la familia, el drama
muy humano de una mujer víctima y prisionera de las circunstancias, que jamás
ha conocido el amor, que tuvo que formar y fundar una familia con un hombre que
nunca amó, con quien se unió por necesidades económicas, de ella y de sus
padres; ahora todo está plagado de secretos, de amores frustrados e imposibles,
ahora los temas capitales de la obra son, a parte de los mencionados, los celos
entre hermanos, y los hijos que juzgan a la madre, como es el título de la
cinta en algunas regiones, una novedad por completo dentro de la filmografía
del español. Es como se dijo inicialmente, la película es una total rareza, que
encarna cinematográficamente caminos
no antes vistos en el realizador, y probablemente después tampoco en el artista
español.
Por momentos el filme se siente sorpresivamente
cercano a una breve novela mexicana, bien hilvanada claro está, concisa y
creíble, pero resulta definitivamente inverosímil que se trate de una cinta de
Buñuel, y convierte en francamente casi imposible la labor de, sin saber quién
es el autor del trabajo, identificar la cinta como obra de su autor, ante la
ausencia total de sus directrices fundamentales, y predominando un drama tan
inusual en el director. Quizás, y solo quizás, haya sido esa una de las causas
por las que el cineasta tiene tan pobre impresión y recuerdos de la realización
y producto final de este filme. Igualmente llamativo es que Buñuel se refiera
del modo en que lo hecho en más de una ocasión a esta cinta, definiéndola como
su peor obra, y afirmándolo con determinación no solo una vez, pero al haber declarado
una contradicción el cineasta en cuanto al origen mismo del tratamiento
dispensado a la cinta, se puede pensar que haya un factor, un factor externo,
extra artístico para tener esa impresión del filme, algo que hizo que el filme
le resultara repulsivo, algo que le desagradó, quizás vinculado a la naturaleza
del mismo, y de sus tópicos. Curioso, pues pese a todo lo que haya dicho el
cineasta, estamos ante una de las más más humanas obras buñuelianas, severa y
profunda, representando genuino dolor, muy humano drama, lo cierto es que la
cinta casi no tiene fisuras, no tiene falencias; quizás, estrictamente en el
plano artístico, no signifique una cumbre en la creación del cineasta, pero en
aspectos de puesta en escena, de seriedad en su realización, no deja mácula
significativa. En el primer contacto adúltero de Rosario y Julio, Buñuel
alcanza aún a no mostrar un beso en escena, algo que era común en el cineasta,
pero luego, en posteriores secuencias de la misma naturaleza, los ósculos son
ya inevitables y se suceden, y dentro de la economía narrativa del director, la
participación del amante, si bien capital en el global del filme, es más bien
breve, dejando sitio por supuesto al verdadero corazón del drama, Rosario. Las
mujeres tienen papel crucial en el filme, empezando por supuesto con Rosario,
centro de toda la cinta, y continuando en menor medida con Luisa, objeto de
deseo para el hermano mayor, que termina decantándose por el hermano menor,
alimentando los celos por parte del primero, que la acusa de interesada; pero
más con Rita, la amiga de Carlos, la intrigante enfermera que vive de los
cotilleos, y que se encarga de sembrar esa angustiosa intriga e incertidumbre
en el doctor Carlos, ella va incrementando su inquietud. Tenemos una figura
representada con la madre tejiendo, esa figura con la que se la muestra una
vez, y, más importante, con la que se clausura la aparición de Rosario, y el
filme completamente, representando su silencio, que pese a haberse roto, no
desaparece, su claustro, su interior sufrimiento, los secretos de una
introvertida e infeliz ama de casa, y tejiendo una calceta es como la vemos por
última vez, el plano que clausura el filme. En suma, uno de los filmes más
llamativos de Buñuel, por las razones ya expuestas, por las ausencias y por las
sorprendentes, inéditas novedades, y que pese a ser la peor considerada por su
autor, para el correcto paladar, es una obra cinematográfica muy valiosa, de un
cineasta mundialmente referencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario