jueves, 13 de julio de 2017

Una mujer sin amor / Aventura (1952) - Luis Buñuel

Cuando hablamos de filmes rodados en tierras mexicanas dirigidas por Luis Buñuel, generalmente nos referimos a obras atípicas, a cintas singulares, rarezas si se quiere dentro de la filmografía del gigante director aragonés. Sin embargo, pocas veces esa aseveración, un filme mexicano atípico obra de Buñuel, fue tan verídica, tan cierta en la práctica, pocas veces fue, con todas sus letras, una película muy singular dentro de las creaciones buñuelianas. Adapta Buñuel otra vez una obra literaria, de autoría de Guy de Maupassant, y prescinde nuevamente de quienes fueran en repetidas ocasiones sus colaboradores como guionistas, los esposos Alcoriza, y sería Jaime Salvador el encargado de adaptar el relato literario al lenguaje cinematográfico del guión. Buñuel pues, fija su atención en esta oportunidad en una historia muy extraña viniendo de él, el drama de una mujer, una mujer que se ha casado con un hombre mayor, que tiene un hijo con él, y ese vástago, al hacer una travesura un día, propicia que su madre se conozca con un ingeniero, bastante más joven que el marido de ella; ese ingeniero se convierte en amante de la mujer, y estando a punto de fugarse los amantes, todo se cancela por enfermedad del esposo, pero esa unión clandestina traerá más de una sorpresa en el futuro, alterando la armonía familiar. Pese a la pobre opinión del director sobre esta cinta, es una muy interesante pieza de arte cinematográfico.

                  


La historia inicia en una tienda de antigüedades, propiedad de los esposos Rosario (Rosario Granados) y Don Carlos Montero (Julio Villarreal); tienen un hijo, Carlitos, que cuando un día se fuga de casa, es encontrado por el ingeniero Julio Mistral (Tito Junco), quien lo lleva de regreso a casa, se hace amigo de los esposos, y pronto comienzan a frecuentar, no tardando en nacer un idilio entre la insatisfecha Rosario y el ingeniero. La pareja se ve a escondidas, y el ingeniero no puede más, le pide a Rosario que se fuguen juntos, con su hijo, y ella accede, pero estando ya a punto de partir, el viejo anticuario cae muy enfermo, cerca a la muerte, y Rosario primero pospone todo, por pena y miedo, pero luego lo cancela definitivamente, rompiendo finalmente vínculos con el decepcionado ingeniero, que se va. El tiempo pasa rápidamente, el infante ha crecido, ahora es el respetado y recién recibido Doctor Carlos Montero (Joaquín Cordero), y tiene un hermano menor, también doctor, Miguel (Xavier Loyá). Sorpresivamente, un día reciben la noticia de que el ingeniero Mistral ha muerto, y que deja cuantiosa herencia nada menos que a Miguel; éste se casa con Luisa (Elda Peralta), a quien Carlos admiraba sentimentalmente, y muere poco después el padre, ante lo cual sale a la luz la verdad, Miguel es en realidad hijo del ingeniero. La insostenible situación trae dolorosos momentos a hermanos y madre, que deben lidiar con ello.






Como el título ya nos va indicando, es Rosario el centro de todo en la película, el meollo de las acciones a suceder, el lenguaje de la cámara lo certifica, cuando al comienzo, al ser Carlitos castigado por el supuesto robo que ha realizado, un plano medio nos la encuadre, nos la muestra en el centro total de ese plano, para luego retroceder ligeramente la cámara. En algunas oportunidades posteriores la cámara volverá a encuadrar a Rosario, convirtiéndola en centro del plano, y por supuesto del filme, dentro de un despliegue de cámara más bien tímido, frugal, un comportamiento acorde a la tónica general del filme, la que es muy probablemente la cinta, técnicamente hablando, más convencional del director, la que menos rompe la linealidad, técnica y también narrativamente hablando. La rareza de la cinta dentro del universo del aragonés se manifiesta asimismo de inmediato, y termina de plasmarse conforme avanza el filme, pues al fin sucede algo impensable, hay tópicos buñuelianos ausentes en la obra, empezando por la casi siempre sempiterna carga sexual, carga erótica en sus cintas. En esta oportunidad no hay una libídine incontrolable e irrefrenable, dejando lugar ese tópico ahora al profundo drama femenino, la situación de la insatisfacción mujeril. Tras los veinte primeros minutos del metraje, lo más saltante viene a ser una hermosa fotografía, agradables encuadres y juego de luces, contrastándose las sombras con zonas luminosas en algunos planos; en efecto, aseveraciones de ese tipo, aseveraciones que se mantendrán durante toda la cinta, convierten a esta película en una auténtica rareza dentro de la creación del español. Empero, una de las causas de la solidez el filme, es la calidad de la novela en la que se basa, historia que se siente cercana a la realidad, con más de un giro inesperado que ayuda de forma muy eficiente a mantener el interés en lo que se presencia, una historia bien tejida, y bien adaptada en el guión. Uno de los pocos, escasos, y tibios simbolismos del filme, por más obvio que sea, viene a ser el negocio del viejo engañado, una tienda de antigüedades, que es como un reflejo del viejo anticuario, gastado, anticuado y vulgar, que jamás despertó genuino amor en su joven y hermosa esposa, la víctima de la situación que le tocó vivir, ella es un nuevo tipo de mujer en el universo cinematográfico de Buñuel.








En esta muy interesante película buñueliana, se abre una inédita y no continuada bifurcación en la trayectoria cinematográfica del realizador ibérico, pues hay una doble revolución, tanto desde el tratamiento técnico otorgado a la obra, como por los tópicos mismos que en ella se plasman, una doble novedad, una doble situación atípica en Buñuel, que a más de un entendido en su cine sorprenderá ciertamente. Y es que resulta imposible que deje de sorprender esta cinta, con una escisión tan clara, brutal incluso, de los tópicos indivisibles de toda la vida de la obra buñueliana, es sin duda una de las cintas más distintas de toda la producción del aragonés, y quizás sea en efecto la más diferente, la más llamativa, su obra más diferente, y en consecuencia, una de las más interesantes. Existe el pensamiento de que para conocer a un artista, para conocer los más íntimos recovecos de su creación, de su élan creador, y quizás los más importantes, no es precisamente indispensable mirar a sus más altas cimas artísticas, a las cúspides del artista como creador, sino más bien sus obras atípicas, las consideradas irregulares dentro de lo uniforme. Esas cintas, de hecho, pueden enseñarnos más sobre su autor que las obras consensualmente celebradas y premiadas, y desde esta perspectiva, este filme es una auténtica joya para apreciar y conocer mejor el cine buñueliano, conocerlo desde otro enfoque. Es desde luego interesante claro, que los temas y nortes, las directrices de siempre en el cine del gigante español, desparezcan prácticamente por completo para dar paso a nuevos elementos, en buena medida inéditos en lo previamente apreciado del director. Ahora los temas centrales serán la familia, el drama muy humano de una mujer víctima y prisionera de las circunstancias, que jamás ha conocido el amor, que tuvo que formar y fundar una familia con un hombre que nunca amó, con quien se unió por necesidades económicas, de ella y de sus padres; ahora todo está plagado de secretos, de amores frustrados e imposibles, ahora los temas capitales de la obra son, a parte de los mencionados, los celos entre hermanos, y los hijos que juzgan a la madre, como es el título de la cinta en algunas regiones, una novedad por completo dentro de la filmografía del español. Es como se dijo inicialmente, la película es una total rareza, que encarna cinematográficamente caminos no antes vistos en el realizador, y probablemente después tampoco en el artista español.







Por momentos el filme se siente sorpresivamente cercano a una breve novela mexicana, bien hilvanada claro está, concisa y creíble, pero resulta definitivamente inverosímil que se trate de una cinta de Buñuel, y convierte en francamente casi imposible la labor de, sin saber quién es el autor del trabajo, identificar la cinta como obra de su autor, ante la ausencia total de sus directrices fundamentales, y predominando un drama tan inusual en el director. Quizás, y solo quizás, haya sido esa una de las causas por las que el cineasta tiene tan pobre impresión y recuerdos de la realización y producto final de este filme. Igualmente llamativo es que Buñuel se refiera del modo en que lo hecho en más de una ocasión a esta cinta, definiéndola como su peor obra, y afirmándolo con determinación no solo una vez, pero al haber declarado una contradicción el cineasta en cuanto al origen mismo del tratamiento dispensado a la cinta, se puede pensar que haya un factor, un factor externo, extra artístico para tener esa impresión del filme, algo que hizo que el filme le resultara repulsivo, algo que le desagradó, quizás vinculado a la naturaleza del mismo, y de sus tópicos. Curioso, pues pese a todo lo que haya dicho el cineasta, estamos ante una de las más más humanas obras buñuelianas, severa y profunda, representando genuino dolor, muy humano drama, lo cierto es que la cinta casi no tiene fisuras, no tiene falencias; quizás, estrictamente en el plano artístico, no signifique una cumbre en la creación del cineasta, pero en aspectos de puesta en escena, de seriedad en su realización, no deja mácula significativa. En el primer contacto adúltero de Rosario y Julio, Buñuel alcanza aún a no mostrar un beso en escena, algo que era común en el cineasta, pero luego, en posteriores secuencias de la misma naturaleza, los ósculos son ya inevitables y se suceden, y dentro de la economía narrativa del director, la participación del amante, si bien capital en el global del filme, es más bien breve, dejando sitio por supuesto al verdadero corazón del drama, Rosario. Las mujeres tienen papel crucial en el filme, empezando por supuesto con Rosario, centro de toda la cinta, y continuando en menor medida con Luisa, objeto de deseo para el hermano mayor, que termina decantándose por el hermano menor, alimentando los celos por parte del primero, que la acusa de interesada; pero más con Rita, la amiga de Carlos, la intrigante enfermera que vive de los cotilleos, y que se encarga de sembrar esa angustiosa intriga e incertidumbre en el doctor Carlos, ella va incrementando su inquietud. Tenemos una figura representada con la madre tejiendo, esa figura con la que se la muestra una vez, y, más importante, con la que se clausura la aparición de Rosario, y el filme completamente, representando su silencio, que pese a haberse roto, no desaparece, su claustro, su interior sufrimiento, los secretos de una introvertida e infeliz ama de casa, y tejiendo una calceta es como la vemos por última vez, el plano que clausura el filme. En suma, uno de los filmes más llamativos de Buñuel, por las razones ya expuestas, por las ausencias y por las sorprendentes, inéditas novedades, y que pese a ser la peor considerada por su autor, para el correcto paladar, es una obra cinematográfica muy valiosa, de un cineasta mundialmente referencial.





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