


Se observará pues una factura
técnica elevada en el filme, y si bien a la cinta algunos le achacan un poco su
estructura plana, sin romper la estructura convencional del relato, esto debe
verse en todo caso como algo coherente a la trascendental coyuntura del momento
que atravesaba el cineasta. Algún detalle tibio de surrealismo casi pudiera
advertirse, empero, en el cineasta, como quizás los planos dedicados al artista
urbano, que montado en una bicicleta toca el violín entre las mesas de un
restaurante, mientras la cámara sigue su burlesco movimiento. Detalles
buñuelianos más nítidos no demorarán en fluir tampoco, y con vigor, como es el singular
caso del cuadro colgado de un Cristo plagado de algunos focos y cables, donde
bizarramente hace tibia alusión a la religión, pero sobre todo a su formación
surrealista, que nunca deja de manifestarse en su producción mexicana, con
mayor o menor intensidad y frecuencia dependiendo del filme y las
circunstancias, pero que jamás abandona el élan creativo del cineasta. Otro
detalle personal es el texto de Claudel, uno de los poetas predilectos del
director, texto encima del cual el español emplaza unas esposas, en una sutil
pero decidida alusión sobre un literato que siempre admiró. Otro importante momento
buñueliano viene a ser cuando Valerio se encuentra con Clara en casa de ella, y
los clandestinos amantes tienen un momento de intimidad, con la tortuga que sirve
como imagen de extensión para el amoroso momento, una imagen personal del amor
por parte del realizador, pues sabemos lo reacio que era el cineasta a plasmar
besos directamente en pantalla. En su lugar, tenemos al quelonio, de cabeza y volviéndose
sobre sus patas, una imagen sin palabras, como trabajan los mejores cineastas,
para prolongar la situación de amor secreto y pasional que estamos presenciando.
Las gallinas y los besos, por cierto desfilan sucesivamente con sorpresiva
fluidez. La lejanía y las olas asimismo son otra de las figuras donde se
extiende, donde se prolonga un sentimiento o circunstancia retratada, en este
caso el amor, o la secuencia amorosa erótica que retrata, otro encuentro
amoroso entre Valerio y Clara, donde nuevamente el lenguaje personal del
director se manifiesta. Encontramos pues presencia tibia de los tópicos representativos
del director, si bien, no se le considera entre las más altas cimas
bueñuelianas, es un filme que bien se erige entre dos de los momentos más definidos
e importantes para este genial cineasta.
Bifaz momento o trabajo debe
haber sido este para Buñuel, pues si bien por un lado significaba su retorno a
trabajar con productoras europeas, aunque haya sido a medias, todavía no tenía
el director la plena libertad para dirigir, para su total desempeño, la formalidad
técnica y hasta cierto punto estética y temática es una regla general a la que
todavía tiene que ceñirse, el genio debía aún aceptar ciertas adaptaciones en
su estilo. Escuchamos un filme buñueliano en idioma extranjero, ya no en
español proveniente de la Madre Patria, ni el proveniente de México, lo
escuchamos ahora en francés, no es novedad si recordamos sus delirantes
ejercicios mudos -o semimudos- iniciales surrealistas, pero esta es efectivamente
la primera vez que oímos un filme
buñuelianon en francés. Después de casi cuatro lustros, se da un regreso, si bien
parcial, en la forma de la coproducción con Francia, un paréntesis antes de acabar
definitivamente su fase en tierras aztecas y volver al ámbito europeo, donde
algunas de sus mayores cumbres alcanzaría. Es uno de los filmes en los que con
mayor vigor se plasma su filiación sociológica y política, la idea de
revolución más fuertemente se retrata, el choque clasista ya no es un tema como
medio, sino como fin, su personaje central lo encarna todo, crece su compromiso
con el incidental movimiento de los obreros, crecen sus motivaciones, se
adscribe al pensamiento y accionar obreros, enfrentándose a los opresores empleadores,
anteponiendo esto a una esposa que no amó de la manera que amó a la viuda.
Retrata el director adulterio, la moral queda una vez más al margen, pues
Buñuel no juzga o condena en sus filmes, no juzga a sus imperfectos
protagonistas sino que nos muestra sus dramas, nos retrata a sus complejos
héroes, y Valerio es el centro del filme, evoluciona, existencialmente y socialmente
también, y significativamente en un momento se le pregunta por qué hace todo
esto, a cuya pregunta solo contesta con silencio; va descubriendo que la causa
de los obreros le importa más incluso que su propio bienestar, que está en teoría,
con su esposa. Es el personaje sobre el que reposa el interés, es el núcleo,
con el que debe identificarse el público, su compromiso revolucionario va creciendo
sin que él mismo lo note, es su dilema moral y social en el que reposa el drama
del filme. Su gesto final de rechazar la mano de Fasaro, valioso aliado en ese
contexto desde un punto de vista maquiavélico, finalmente nos muestra que
rechaza todo lo que el comisario representa, al opresor, al abuso, al
explotador, y a todos sus involucrados, directos o indirectos, pues el policía
solo cumplía su deber. A partir de esta película, conocería Buñuel actores que serían grandes amigos en
algunos casos, y que serán sus futuros frecuentes apoyos actorales, como es el
caso del detective Fasaro, Julien Bertheau, a quien más de una vez
apreciaríamos posteriormente en algunos de los trabajos cumbre franceses del
final de la carrera del cineasta. Un filme que en efecto no se contará entre los
más extraordinario que este gran director supo alguna vez producir, pero que
por las razones arriba expuestas es un ejemplar cinematográfico digno de mucha
atención, que vale doblemente por el carácter coyuntural del momento en la vida
del artista, un filme necesario para un conocimiento integral de su obra.










La presencia de los felinos es inminente en esta película. Hasta el momento de su producción, es la única donde predominan estos animales. Por lo demás, no sé qué otra cosa se puede agregar a lo que ya has comentado.
ResponderEliminarUna de las cintas más "discretas" de este gigante. Y sí, los felinos enriquecen el ya extenso bestiario del maestro aragonés.
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