martes, 30 de agosto de 2016

Juno y el Pavo Real (1929) - Alfred Hitchcock

Segundo filme sonoro del inmortal cineasta británico Alfred Hitchcock, con el que definitivamente entraría ya en la entonces nueva etapa del cine, el estadio que incluía el sonido, el cine silente había ya pasado a la historia. A diferencia de otros gigantes realizadores, el maestro del suspenso no opuso demasiada resistencia a tan dramático y significativo cambio, a una evolución tan incontestable y contundente, si bien es cierto que en este filme tenemos al que muy probablemente es su trabajo más atípico, el que reúne la menor cantidad de sus vértices artísticas más representativas. Como era casi una tradición en el cine hitchcockiano, adapta el director un trabajo literario, nuevamente una pieza teatral, en esta oportunidad obra de Sean O'Casey, una obra referencial del teatro irlandés, en el que nos presenta la historia de una familia de ese país, en plena guerra de revolución irlandesa, ellos viven en severa austeridad; pero, tras recibir impensadamente una cuantiosa herencia, su estilo de vida cambia radicalmente, pero sin sospechar nadie de la familia que en realidad ese será el inicio de una pesadilla. Una cinta muy peculiar, que a su vez en su realización encierra otras particularidades, como algunos de los actores teatrales participando en el rodaje cinematográfico, entre otros factos que convierten a este filme en una verdadera y valiosa rareza dentro del cine de Hitch.

                         


Es Irlanda, son los años de la Revolución, los irlandeses se enfrenten entre ellos, un hombre (Barry Fitzgerald) pregona sobre la necesidad de unirse, que la división los perderá; es interrumpido por unos disparos. En un bar, vemos al “capitán” Boyle (Edward Chapman), bebiendo con su amigo “Joxer” Daly (Sidney Morgan), en el bar propiedad de la Sra. Maisie Madigan (Maire O'Neill). Tras eso, Boyle va a su casa, donde su mujer, Juno (Sara Allgood), le riñe por su falta de trabajo, por su afición a la bebida, por ser un mantenido que no aporta. En su casa, vive también con su hijo mayor, Johnny (John Laurie), quien tiene una lesión, ha perdido un brazo por su actividad política, vinculado a la IRA. En medio de las discusiones de los Boyle y las ocurrencias de “Joxer”, los visita un día Charles Bentham (John Longden), que les informa que, a causa de la muerte de un pariente enfermo, la familia ha heredado una cuantiosa fortuna. No demoran en modificar su vida los Boyle, adquieren costosos muebles nuevos, un vistoso aparato musical, a la vez que Bentham corteja a Mary (Kathleen O'Regan), la hija de los esposos. Realizan reuniones con vecinos, siguen gastando el dinero, en esas reuniones se suceden charlas y cantos de los invitados, pero entonces comienzan los problemas. Bentham falla, la herencia se pierde, los deudores presionan a los Boyle y confiscan las cosas, pero eso es apenas el comienzo de su pesadilla.









Dentro de lo interesante del filme, está el apreciar el pulso del cineasta para trasladar una obra tan teatral al cine, pues es una de las piezas teatrales emblema de Irlanda, plasmando su humor, su realidad, su contexto entonces, la dura realidad de la guerra civil por la revolución, graficada en los diálogos y acciones de los Boyle. Curiosamente, se dice que Hitch aceptó muy a regañadientes la realización de este filme, y viendo la naturaleza de su creación, es entendible, y convierte en muy interesante el saber la genuina causa final de la realización de este proyecto por parte de Hitch. La marcada directriz teatral que impregna toda la cinta se manifiesta desde el comienzo, con la concepción escénica, la composición de los encuadres, la distribución de los personajes dentro de esos encuadres, transmitiendo esa concepción propia del teatro, transcurriendo casi todo en un solo ambiente, la sala de la familia Boyle. Queda clara la idea del cineasta, la idea que regirá la cinta, es un trabajo con más visos teatrales que cinematográficos, una característica muy inusual en la obra hitchcockiana, al margen de que Hitch haya adaptado en numerosas ocasiones piezas teatrales exitosas a la gran pantalla. Así, tras más de veinte minutos iniciales del filme, la cámara está prácticamente estática casi todo el tiempo, algo inaudito en el cine de Hitch, aún desde sus comienzos en el cine mudo. Inauditamente estática para una cinta de Hitchcock, en pocas ocasiones se rompe la linealidad narrativa de esa cámara, a cuentagotas, como en el particular caso de Johnny, a quien la cámara realiza acercamientos, zooms que rompen ese perennemente plano comportamiento. Apreciamos un cine minimalista, de este cine con mínimos recursos, la más cercana referencia del propio director la encontramos en la bastante posterior La soga (1948), donde una recámara es el escenario de prácticamente toda la acción. Conforme avanza la cinta, vemos que efectivamente es una rareza hitchcockiana, pero no una rareza más, como varias de sus obras mudas, sino la mayor rareza de todas, pues aún en sus filmes silentes alguno de sus rasgos artísticos mayores siempre se plasmaba. Ya sea el asesinato, ya sea el falso culpable, ya sea el triángulo amoroso, o el misterio e intriga que se disemina a través de una investigación de un crimen; siempre uno de sus sellos se hacía presente, en mayor o menor medida. Pero en esta oportunidad ninguno de esos grandes tópicos se manifiesta, todos brillan por su ausencia.










De este modo, no solo están ausentes sus tópicos principales de toda su carrera, sino también sus tradicionales experimentos visuales, los recursos técnicos donde quedaba patente su dominio en esa área. Esas dos características vitales de la obra hitchcockiana se ausentan, para configurar la que es sin duda, al menos para quien escribe, la cinta menos hitchcockiana de todas las que hizo el maestro del suspense. Más de un incauto se verá grandemente sorprendido al abordar esta cinta sin saber a lo que se expondrá, un trabajo casi irreconocible como obra de su autor, algo que más que corroborar las viejas virtudes y fortalezas de la cinematografía del británico, es un filme para los completistas de la obra del director, uno de esos ejemplos en los que los trabajos más irregulares de un artista pueden enseñar tanto como sus obras maestras, hablamos de verdaderos seguidores del cineasta. El maestro escoge otra clave para narrar su filme, algo que para ese momento -siendo el segundo filme sonoro del maestro-, vuelve la cinta más inusual aún, y es que el vehículo narrativo son los diálogos de los protagonistas, casi recitados por momentos, extensos diálogos que en gran medida compendian la cinta, y la realidad irlandesa de entonces. Entre los diálogos, Juno compara a Boyle con el pavo real, un ave que se luce mucho pero que no produce nada, y en ese sentido el abogado es uno de los papeles más interesantes, es quien habla distinto dentro de los personajes. Lo oímos hablando de temas diversos como un hombre educado, contando la historia de Juno, trazándonos paralelo entre la esposa protagonista y la mitología griega, con Juno, la esposa de Zeus, que es todo menos una esposa devota y sumisa, sino más bien dispuesta a regañar y gritonear al adúltero Zeus. Los diálogos son, pues, parte vital del filme, así como los cantos, en la reunión de los Boyle, donde mucho de la cultura irlandesa se plasma. Cabe mencionar que el original actor teatral del capitán Boyle, Fitzgerald, aparece con efímero protagonismo, efímero pero significativo, como ese férvido pregonero inicial, que procura despertar el sentimiento de unión y compañerismo, en medio de la división de la guerra civil irlandesa, una división que asegura siempre los ha llevado a la derrota; asimismo, cierra la primera y única participación de este personaje el después recurrente recurso de los disparos, los balazos que se escucharán más de una vez. El actor que encarna a Boyle en el cine, Edward Chapman debutaba asimismo en el séptimo arte, lo hace de manera convincente y decente.











Los papeles quedan pronta y claramente definidos, Boyle y “Joxer” son unos vividores, ellos solamente saben beber, siendo el capitán Boyle el personaje principal, es un casi apéndice en casa, un parásito en un hogar cuyo auténtico sustento es Juno, la esposa, es ella quien lleva los pantalones en casa -hasta el título del filme y la obra teatral la nombran a ella primera, jerarquizándola-, gritoneando y mangoneando a su holgazán esposo. Se le acusó un poco al filme de crear estereotipos en exceso, siendo por supuesto el capitán Boyle el mayor de ellos, amigo siempre de la bebida, dispuesto a disfrutar un trago siempre, mejor si no es a cuenta suya; ajeno siempre al trabajo, fingiendo incluso cojera para huirle a sus responsabilidades como cabeza de familia, siendo dominado por su esposa. En la cinta apreciamos drama pero también humor, el tibio humor diseminado por la cinta, como cuando en el comienzo vemos a la dueña, la Sra. Madigan invitando unos tragos a los buenos para nada Boyle y “Joxer”, tragos que ellos aceptan a buen grado, pero se retiran en cuanto les toca a ellos invitar el alcohol, abandonando a la mujer. Asimismo tenemos al capitán, con su pesar tan artificial como cómico, su postiza condolencia ante el fenecimiento de un familiar que nunca le agradó, cuya muerte más bien le significa una tan bienvenida herencia económica. En lo técnico, se corrige completamente alguna falencia que tuvo su primer largometraje sonoro, Chantaje, de este mismo año, y ahora ya apreciaremos una perfecta sincronización de sonido y actores, el audio, el sonido de las voces ya camina a la par del movimiento de los labios de los protagonistas. Una imperfección que sí llama la atención es cierto “desencuadre” que se aprecia en más de una secuencia, con los rostros de los actores que en ocasiones se quedan “fuera” de los encuadres, una falencia visual ciertamente impropia de Hitchcock. Encontramos otros elementos interesantes, suertes de leitmotiv, como el sonido de las balas que suena mayormente en momentos con Johnny de protagonista, denotando premura, angustia; asimismo la virgen María, en momentos cumbre, y siempre involucrando a Johnny, convergiendo ambos recursos finalmente en el fatal desenlace, con ese buen plano final, en el que Juno habla a la virgen en tan patético momento. Cinta tan atractiva como extraña para el conocedor de Hitch, se plasma la degradación, el declive que enfrenta una familia cuando el dinero llega, el modo en que olvidan las cosas más importantes, perdiendo la dignidad, y en algunos casos la vida. Una cinta atípica, pero para quienes están completando la filmografía de Hitch, es una verdadera joya.







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