miércoles, 18 de mayo de 2016

La habitación en forma de L (1962) - Bryan Forbes

Cinta británica dirigida por Bryan Forbes, un filme perteneciente a la corriente cinematográfica conocida como Free Cinema, y que se caracterizaba por la sencillez y cotidianeidad de los hechos que representaba, una corriente que era una suerte de respuesta al cine que se producía en Hollywood. La cinta, adaptada por el propio Forbes al cine partiendo de la novela de Lynne Reid Banks, es un buen ejemplo de los tópicos que generalmente abordaba este movimiento inglés de cine, y nos presenta la historia de una joven mujer en Londres, que tiene cierto drama en su vida. Está embarazada, y consigue alojamiento en un hospedaje, donde conoce a un joven aspirante a escritor, y a la variopinta colección de inquilinos; si bien la habitación es oscura y algo inhóspita, ella acabará tomando gusto del sitio y logrando amistad con muchos de los huéspedes, mientras va decidiendo qué hacer respecto a su embarazo, y con el escritor, con quien ha surgido un romance. El filme explora son sencillez la psicología del personaje central, ella, y además está dotada de una estética singular y atractiva, un lenguaje visual en el que se nota un buen desempeño del cineasta británico. No es ciertamente el Free Cinema una de las más destacadas y conocidas corrientes en el arte cinematográfico, pero con una decente actuación de su protagonista y una agradable puesta en escena, la cinta configura un apreciable ejercicio de cine británico.

               


Tras unas tomas panorámicas de Londres, vemos a la joven y bella Jane Fosset (Leslie Caron), deambulando por las calles, hasta llegar a un hospedaje, donde, tras algunas dudas, termina por alquilar un departamento. Conoce prontamente a Toby (Tom Bell), uno de los inquilinos que viven ahí, y que muestra cierto interés en ella. Jane está embarazada, está dubitativa de si tener o no al bebé, va a ver a un doctor para controlar su estado, pero cuando éste propone determinadamente el aborto, ella se decide a tenerlo. Mientras se acostumbra al lóbrego departamento, que tiene problemas con insectos, discute con Doris (Avis Bunnage), la casera, conoce a otros inquilinos, como Johnny (Brock Peters), al tiempo que Toby, que escribe novelas, sigue mostrándole atención, y ella va aceptando esa atención, comienzan a salir, nace un idilio. Jane se encuentra con el padre de su vástago, pero ante su inoperancia, ella lo aparta de su vida. Con Toby se divierten en el club donde Johnny es músico, se consuma su romance. Ese romance causa malestar en Johnny, y de pronto Toby desaparece, se ha enterado del embarazo de Jane, algo que lo ha molestado. Él reaparece, y pese a todo, amándose, procuran superar el mal momento, y se amistan, mientras se va acercando la Navidad, celebran Nochebuena. Se acercan momentos definitivos, tanto en el romance de Jane, como lo concerniente a su primogénito, y ella finalmente toma una determinación en ese crucial momento de su vida.






El filme desde sus imágenes iniciales nos deja clara su intención y tonalidad, presentarnos un retrato cercano y real de Londres, y lo grafica con esas amplias panorámicas recorriendo con parsimonia las calles londinenses, antes de adentrarnos en la historia propiamente, con planos fijos de Jane caminando por esas calles, se muestran situaciones normales y cotidianas. Es agradable el manejo, el trabajo de cámara en esos primeros minutos, donde el cineasta maneja su herramienta artística con soltura, de advierte una cámara de movimientos ágiles, de desempeño inteligente, deslizándose y acercándose incluso hasta primeros planos. Un lenguaje que agiliza la narración y nos va sirviendo de preludio al trabajo que se apreciará más adelante. Esa eficiencia de planos y encuadres, de travellings, se complementará asimismo con un atractivo juego de luces y sombras, una expresividad palpable de esa ambientación, que se materializa en dos ambientes marcadamente diferenciados: en el interior de la habitación de Jane, y en exteriores. Así, en el interior de la habitación, de la habitación en forma de L (y en toda la casa en general), observamos poderosos claroscuros y un potente trabajo de sombras, sombras que se derraman por toda la recámara en diversas formas, conformando un ambiente de perenne lobreguez donde hasta los espacios vacíos expresan y transmiten sentimientos, siempre con oscuridad; mientras que, por el contrario, en exteriores el ambiente es opuesto, casi siempre luminoso y brillante, marcando el mayor de los contrastes, y a su vez diagramándonos la naturaleza, la atmósfera del sitio, umbrosa, densa, donde todo sucede. Ese contraste es uno de los atractivos de la cinta, un contraste roto únicamente por el club donde Johnny toca la trompeta, el único ambiente que rompe con esa dualidad visual, de exteriores con la casa, aquella casa donde una mínima pared provee la escasa privacidad a los inquilinos, donde todo se escucha, donde la amistad, los celos, el sexo, parecen no tener contornos claros.








Apreciaremos tomas, encuadres, que potencian la intencionalidad descrita, especialmente en interiores, con picados de las escaleras, los mencionados encuadres al vacío, etc. El filme tiene un desarrollo más bien tibio, sencillo, sin demasiados ornamentos, se siente el carácter de cercanía, de que son seres y acciones cotidianos lo que vemos, y de esa simpleza y sencillez es que surge ese desarrollo sereno y fluido que caracteriza la cinta. Se siente una historia nada extraordinaria ni espectacular, sino cotidiana, que le sucede a personas de la puerta de al lado, como lo son los tres amigos que comparten vivencias en el hospedaje, mezclando amistad, amor, celos, algo pues, bastante normal. Y esa normalidad por supuesto se refleja en el desarrollo del filme, de una linealidad que no se rompe casi nunca en la cinta, exceptuando quizás el momento del desmayo de ella; aparte de eso, el desarrollo de la cinta es completamente convencional, lineal, es Free Cinema. Buen exponente es el filme de esa corriente británica, nada postizo, artificial o elaborado, historias cotidianas de seres humanos promedio. En la cinta el tema psicológico toma importancia, los avatares de ella, pues tras alquilar el cuarto, la vemos sollozando, inmediatamente sabemos que ella tiene algún problema, y la manera en que va interactuando con los inquilinos nos dan más alcances a ese respecto. Forbes nos proporciona asimismo un bosquejo de los londinenses de entonces, entre ellos un escritor frustrado y con carencias económicas, es la gente de Londres y sus costumbres y su psiquis, sus prejuicios, siendo la escena de la celebración navideña un buen compendio de eso. El acompañamiento musical, si bien no abundante, sabe aparecer en algunos momentos para intensificar ciertos sentimientos, a veces desenfreno, a veces dolor e incertidumbre, un elemento positivo en la cinta y característico de esta escuela de cine. El Free Cinema no es, en efecto, uno de los movimientos más vistosos, ni espectaculares, su austeridad en medios la asemeja con la Nueva Ola francesa, movimiento contemporáneo -y si bien incluso algunos llaman al Free Cinema la nueva ola inglesa, lo cierto es que existen sus distancias-, ambos buscando escindirse del cine imperante, de la forma de hacer cine mayormente estadounidense, combatiendo lo artificial y postizo, con crudeza y libertad de cámara. La cinta dista mucho de ser una obra maestra, pero, con los atractivos técnicos mencionados, sumados a la belleza y solidez interpretativa en su papel de Leslie Caron, se configura un ejercicio aceptable de cine europeo, casi desconocido, alejado del brillo y fama de otras obras, pero apreciable.





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