sábado, 26 de marzo de 2016

El viento nos llevará (1999) - Abbas Kiarostami

Abbas Kiarostami es uno de los artistas más notorios del panorama cinematográfico internacional contemporáneo, con una reputación y prestigio ganados a pulso por no pocas cintas memorables, entre las que destacan las que conforman la llamada trilogía del terremoto, obra que tiene como colofón a A través de los olivos (1994), y que le significó obtener admiración y preeminencia mundial. Para esta oportunidad el iraní cineasta presenta una cinta que en el aspecto técnico es plenamente identificable, reconocible como un trabajo de su autor, en el que muchos de sus lineamientos de puesta en escena siguen brillando nítidamente. La película tiene cierta inspiración en el poema homónimo de Forough Farrokhzad, y nos narra la sencilla historia -como siempre en Kiarostami- de un ingeniero que viaja a la localidad iraní de Siah Darré, con intenciones no del todo esclarecidas, y será el filme la representación de las vivencias de ese individuo en dicha localidad. Proveniente de Teherán, sus costumbres chocarán con la gente del lugar, intentará adaptarse a ellos, con muy relativo éxito. El presente filme es otro ejemplo del muy apreciable cine que se hace al otro lado del océano, en tierras de Oriente medio también se puede producir este arte, y de elevada calidad; un arte muy diferente al aparatoso despliegue que se aprecia generalmente en el ámbito occidental, ya sea americano o europeo. Es un cine repleto de belleza visual pero no carente de significados y figuras interesantes, y este trabajo es buen representante de ese bello cine al que nos tiene sanamente acostumbrados este gran director.

              




La cinta se inicia con un vehículo con dos individuos avanzando en medio de un sinuoso camino, en medio de arenosas dunas, buscan el camino a Siah Darré, el cual desconocen. En el auto se encuentra el ingeniero Behzad (Behzad Dorani), que al bajar conoce al niño Farzad (Farzad Sohrabi), infante que lo esperaba al tener un conocido común. Al llegar al sitio buscado, toda la gente de la localidad es muy hospitalaria y reverente con el ingeniero, lo que no impide que muchas de sus costumbres y aparatos, como auto y celular, irriten a los lugareños y lo hagan sentir fuera de lugar, creyendo algunos que busca un tesoro o algo similar. Farzad le va enseñando los alrededores, le habla de una extraordinariamente longeva anciana, mientras el ingeniero trata constantemente de comunicarse por celular, teniendo que subir a promontorios para conseguir señal. Obtiene, de un individuo cavando, un fémur humano, mientras continúa su estadía en Siah Darré. Farzad es su más cercano amigo en aquel lugar, pero al tratarlo mal en determinado momento el visitante, el infante se aleja de él, le retira su amistad; Behzad luego encuentra al mismo personaje excavador en problemas, cayó enterrado vivo y participa en su milagroso rescate. Al final el forastero conversa con el doctor de la localidad, fotografía a unas mujeres, se deshace del fémur que obtuvo, sin mostrarse más de su travesía.









La cinta desde el comienzo se siente poderosamente ligada a ejercicios previos del cineasta iraní, en el aspecto técnico la cercanía es muy flagrante particularmente con la citada cinta A través de los olivos. Ese plano secuencia inicial del auto transitando por los sinuosos y arenosos senderos iraníes se siente casi como una imagen calcada de aquel filme, y -siempre en el aspecto técnico- hallaremos muchos otros de los siempre presentes lineamientos del cineasta oriental. De ese modo se apreciarán los imponentes y bellos escenarios naturales de la tierra del director, todo un especialista en plasmar le hermosura de esos parajes, los animales de granja movilizándose, su sencilla gente y sus costumbres. Mostrar su tierra de ese modo no es ninguna novedad en el cine de Abbas, pero lo que sí es llamativo es cómo nunca los encuadres encerraron tanta riqueza visual, un dominio cromático que en efecto genera deleite visual. Observamos así amplios y limpios verdes, el intenso azul del cielo unido al abundante ocre de la tierra, generando un contraste complementario (un principio pictórico bastante efectivo por cierto) muy hermoso, sumándose tonos naranjas de ciertos ambientes, e inclusive un hermoso dorado del trigo listo para ser sesgado en los segmentos finales; el despliegue visual en ese sentido se  siente que alcanza muy elevadas cotas. Como se dijo, es el filme también muy identificable con el iraní en su manera de plasmar lo que desea, de un modo tan sencillo, tan simple, renunciando a artificios complejos, a trucajes aparatosos o despliegues de parafernalia tan característicos del cine de Hollywood o de Europa incluso; el cine de Kiarostami se ofrece como una diferente, fresquísima y atractiva alternativa.











El estilo de Kiarostami se sigue sintiendo identificable con su filmografía en esta cinta al mantener la línea de un trabajo muy cercano al documental, algo que no sorprende demasiado sabiendo que el iraní no produce únicamente largometrajes, sino también cortometrajes y sobre todo no pocos documentales, de donde se desprende esa constante director en sus puestas en escena. Sin embargo, el filme no aterriza plenamente en ese género, apunta más allá. El filme nos desliza mensajes concretos y muy bien integrados en el desarrollo de la cinta. Una escena clave del filme viene a ser cuando el ingeniero se afeita, acercándose más que nunca al espectador, el ingeniero no tiene espejo donde mirarse, o mejor dicho, el espejo donde se mira somos nosotros, el espectador mismo que se vuelve un crítico del protagonista. Kiarostami nos convierte en sus críticos, nos irá introduciendo en la psicología del personaje, ególatra individuo que pese a sus esfuerzos no termina de cuajar en la localidad donde es ajeno, mostrando actitudes no muy loables. Su falta de empatía queda evidenciada cuando injustamente maltrate al pequeño y noble Farzad, a quien luego ofrece endebles disculpas, nada concretas, al niño, al inocente niño que poco antes le había dicho que lo considera un ser bondadoso; incluso el forastero maltrata a una tortuga, en una figura que nos diagrama que jamás entendió la naturaleza del sitio a donde llegaba; la tortuga se levanta y continúa su trayecto sin embargo, la vida no se detiene ante infamias humanas. Proveniente de una ciudad repleta de tecnología, no puede integrarse, no entiende la sencillez y la belleza de ese sitio donde nunca deja de ser extranjero.









El ingeniero es naturalmente el principal hilo conductor del filme, pues si bien la belleza visual y el retrato de la tierra y sus pobladores son parte importante de la cinta, es a través de él que acontecen los principales sucesos, sus cambios de actitud. Se percibe en la cinta también la relativa influencia del poema en el que se basa hasta cierto punto, esos versos son recitados en significativo momento. Entre los momentos notables del filme tenemos la figura de Behzad conversando subterráneamente con el excavador, el que le alcanza ese fémur humano que ilustra la secuencia final, y que genera que el ingeniero vaya con la novia de aquél por leche. Es ese el momento en que los versos son declamados, otra vez en el subterráneo, a oscuras, con la fémina apenas visible ordeñando una vaca, en esa singular circunstancia y lugar la poesía fluye, en un contexto al parecer tan ajeno a dicha actividad. El simbólico hecho de cargar el fémur humano es deslizado también, y el silencioso final nos muestra al ingeniero deshaciéndose de la pieza ósea, como si se desprendiera su vez de algo más de esa tierra, en un final ciertamente incierto, pero bello. En el cine de Kiarostami, el paladar inadecuado puede percibir que “no pasa mucho”, en el presente caso puede pensarse que la cinta es más de lo mismo del realizador, que no aporta nada; pero tras esa superficial y aparente simpleza y austeridad, se deslizan poderosos mensajes y convicciones, desde esa sencillez se amalgama a la belleza que esconde su tierra, mientras nos desliza algunas de sus creencias de la naturaleza humana. Surge desde el Este esta singular suerte de neorrealista oriental, que prescinde de actores, que prescinde de trucajes técnicos mareantes y de escenarios. Su escenario, su “trucaje” es la realidad misma, que plasma solvente y bellamente. El viento nos llevará es otro ladrillo dentro de la notable construcción que es la filmografía de Abbas Kiarostami, uno de los cineastas más atractivos del panorama cinematográfico internacional actual.









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